viernes, 24 de abril de 2020



   LA INMUNOLGÍA EMOCIONAL
       Marta Campillo

   Durante la experiencia de vivir, sin darnos cuenta, con cada interacción, en  cada vivencia,  nos vamos descubriendo. Desde los detalles pequeños como los sabores o los sonidos que probamos y escuchamos. También aprendemos a diferenciar con cada sensación, lo agradable, lo doloroso, y sobretodo aprendemos a interactuar con otras personas. Eso parecería fácil pero es una cuestión compleja que se media por los lazos afectivos y los que vamos descubriendo con las interacciones con la familia, los amigos y amigas, compañeros, maestros, y las personas que nos rodean.
     Con las múltiples relaciones que vamos teniendo, pueden suceder muchas cosas, a veces desacuerdos, otras, enojos por la posición que cada uno tiene y también aprendemos a decir lo que nos pasa, eso que nos duele o se nos hace difícil y vamos generando habilidades para negociar. Además, las situaciones negativas pueden hacer que se generen emociones de descontrol del cuerpo. Ante el reto de manejarlos, aprendemos a dejar ir el miedo, manejar el nerviosismo, el llanto o el enojo. A poder expresar, cada vez con más claridad lo que nos gusta y lo que no nos agrada. Así,  vamos entendiendo o teniendo ideas de lo que somos y vamos acumulando toda una historia de los conocimientos adquiridos al vivir.   
      Creo que podríamos contar una o muchas historias,  de cómo dejamos de llorar el día que nos dolió algo y tuvimos que soportar el dolor y calmarnos o de alguna vez que tuvimos problemas en una relación y no funcionó y aprendimos a afrontar esa pérdida y todo el dolor que se generó. O la manera en que perder a un ser amado, nos demandó todo el esfuerzo para poner en práctica las habilidades de sobrevivencia para seguir viviendo, recuperando el amor de la persona ausente y aprender a llevarlo/a en el corazón.
    Pareciera que a lo largo de vivir, ha sido muy importante todo lo que vamos acumulando de experiencia para sobreponernos, para resolver los problemas y aprender a tener calma, a pensar en lo que podemos hacer, para controlar nuestras emociones y decidir si eso es lo que queremos para nuestra vida. Nadie está exento de acumular esa riqueza, esos conocimientos, esa sabiduría que constituye lo que somos.
    Además, en la experiencia de vivir, siempre respondemos a lo que nos pasa, si es algo negativo, es un problema y podemos responder, en un primer momento, no de manera adecuada para resolver, lo cual, nos puede hacernos sufrir, y nos demanda buscar otras maneras de abordar la situación. A veces hay que cambiar las ideas o las creencias que nos bloquean; otras veces puede servirnos, el recordar lo que hicimos antes para hacer frente a otros problemas, por ejemplo, si me enfermé de niño/a y tuve que soportar el malestar, alta calentura, el sentirme mal o decaído y descubrimos entonces, que nuestro cuerpo tiene la capacidad de irnos mejorando y de curarnos. Aunque nunca hayamos resumido o hablado de lo que aprendimos para manejar el sufrimiento, está ahí, en nuestra experiencia de vida como parte de las habilidades para vivir.
      A través de vivir, vamos ganando experiencias en múltiples niveles, con cada relación, con cada problema resuelto, con cada cambio al que nos adaptamos, vamos acumulando conocimientos y cuando nuevos problemas surgen, podemos ir poniendo en práctica la experiencia acumulada, y descubrimos o creamos otras maneras de afrontar, a través de lo cual vamos ganando nuevas habilidades y conocimientos para vivir.
      Muchas veces ante problemas difíciles, como una enfermedad grave o el fallecimiento de un ser querido, o una pandemia como la actual, nos ponen una presión fuerte, que nos puede descontrolar emocionalmente, ante lo cual es necesario poner en práctica todos los cocimientos y habilidades acumulados. Así, podremos recordar la manera en la cual nos quitamos la tristeza, o el dolor que nos abrumó después de una separación, o la manera en que hemos resistido, vivir con una enfermedad crónica, todo aquello que nos ha hecho ser sobrevivientes de los problemas.
     Al vivir vamos decidiendo que hay cosas o ideas o maneras de ver la vida a las que les vamos dando un valor especial, éstas van forman parte de nuestra razón de vivir, nos motivan, nos impulsan, se convierten en razones para resistir y perseverar ante la adversidad, Cuando hay que enfrentar situaciones difíciles, eso a lo que le damos valor, y se convierte en lo que nos sostiene, aquello que nos impulsa a soportar, a no darnos por vencidos, y a encontrar soluciones aun cuando los problemas son complicados y dolorosos.
     Las habilidades de sobrevivencia están entremezclados en nuestra experiencia de vida, ahí, aunque no las hayamos nombrado o no hayan estado visibles, sin embargo, son una parte integral de lo que somos, de lo que hemos vivido y de lo que valoramos para vivir.