RECORDAR EL PASADO CON LA AUSENCIA DE DOLOR
Marta Campillo
Marta Campillo
Muchas veces ante haber vivido situaciones muy dolorosas, de injusticia, de maltrato, de desamor, el recuerdo de muchas situaciones dolorosas de trauma está presente en nuestra idea de quienes somos y como merecemos ser tratados. Ese pasado puede tratar de definir nuestra imagen de sí mismos y lo que identificamos como nuestras posibilidades de vida.
Cuando desde la infancia se vivió así, pareciera que esa experiencia dejo una
única huella, la del dolor emocional, que ciertamente está presente.
Afortunadamente nunca vivimos una solo historia. Frente al desprecio o
injusticia o situaciones de violencia, existe otra la historia, la de
supervivencia. Tal vez esa no se haya contado nunca y aunque si tengamos la experiencia
de haber aprendido a ir más allá de la situación dolorosa, no hayamos aprendido
a vernos como sobrevivientes, como personas que pudieron sobrevivir a pesar de
condiciones de trauma emocional, físico y pobreza.
El pensarse como sobreviviente, e ir recuperado esas respuestas que nos
permitieron manejar el dolor, poco a poco permitirá descubrir lo que hemos
hecho y lo que hemos aprendido sobre todo de nuestras habilidades de vida, de
esas posiciones y creencias que nos apoyaron a manejar el dolor, la tristeza,
la falta de apoyo o amor. Hay toda una historia muy valiosa en esa
sobrevivencia. Tal vez aprendimos a cuidar a los demás, tal aprendimos a luchar
por lograr una vida diferente. Quizás hayamos desarrollado habilidades
para sobrellevar la adversidad y no perder la esperanza.
El proceso para ir más allá del dolor emocional y espiritual que nos deja
crecer bajo esas condiciones, se hace más claro cuándo se va recuperando la
historia de cómo sobrevivimos el pasado y haciendo visible en nuestra manera de
vivir y de ser con nosotros y con los demás, lo que eso dice de lo que
valoramos y consideramos preciado en l vida. Ese conocimiento permite sentar
las bases para lo que queremos desarrollar en nuestras relaciones, trabajo y
vida. Si es el sentido de justicia, el amor a la familia, el respeto a los
demás y a la verdad, eso perfila como queremos vivir. Así, podremos definir que
clase de relaciones mantener y cómo actuar.
El pasado no se puede olvidar, pero si podemos recordarlo sin el dolor,
reconocerlo para no mantenerlo en nuestra vida. Como una cicatriz, que es la
huella del pasado sin el dolor, podemos verla, examinarla, tocarla y, aun así,
ya no nos duele pues ya no está abierta. El proceso de dejar ir, tiene que
ver con la recuperación de la otra historia, esa que narra todo lo que hicimos
para sobrevivir y para defendernos. Donde está contenido lo que hicimos para
trascender el dolor y la injusticia. Nadie vive una experiencia de trauma sin
dar respuestas, aunque estás nunca se hayan reconocido, aunque estén escondidas
y soterradas por el dolor, ahí están, en la experiencia vivida, en todo eso que
hizo posible que hayamos anhelado ser diferentes, vivir de diferente manera, que
hayamos aprendido a valorar la justicia, el amor y una vida donde haya apoyo y
cariño.
Afortunadamente, en el tiempo vivimos a través de múltiples relaciones,
formando muchas interacciones con muchas enseñanzas de vida. Así, para poder
recuperar esa otra historia podríamos preguntarnos ¿Qué conozco de mí que me
permita ser la persona que quiero ser? ¿Qué valoro como algo tan Importante,
que me inspire, que me motive a vivir y ser como quiero ser? ¿Qué necesito
hacer para crear la vida y las relaciones que necesito? ¿Qué necesito hacer
para recordar el pasado sin el dolor? Poco a poco como un paisaje que se
despeja puede emerger una identidad alternativa que se devela y que ha sido lo
que nos ha ayudado y ahora permitirá crear el camino de vida y de relaciones
que queremos.