miércoles, 26 de diciembre de 2018




APRENDIENDO A QUERERME
   Marta Campillo

   Cuando vivimos estamos como peces en el agua, nadando entre relaciones de todo tipo. Algunas son cercanas e íntimas pues nos han cuidado y querido desde que nacimos. Otras son de hermandad con hermanos carnales o con amigas o amigos que tratamos como hermanos o con los que tenemos múltiples experiencias y aprendemos a negociar lo que somos, lo que no nos gusta de los demás o de nosotros mismos.
     A lo largo de la vida y las interacciones y relaciones, vamos teniendo una idea de cómo nos ven, de aquello que les parece muy bueno de lo que hacemos y nos van diciendo directa o indirectamente como reciben nuestras acciones, posiciones y respuestas ante la vida y los problemas. De esa historia de interacción vamos creando las ideas de lo que somos, de lo que consideramos nuestra identidad, de lo que valoramos y todo eso se van conformando nuestros saberes de nosotros mismos, como una memoria viva interactiva de nuestra identidad preferida
    No todo lo que vivimos pasa a formar parte de lo que relatamos y analizamos. Sólo lo más relevante o aquello que nos impacta, pasa a formar parte de la historia narrada, y toda la otra experiencia vivida la conservamos no relatada. Lo bueno de tener esa experiencia vivida no relatada, es que en el momento de tener un problema, el cual se sostiene de una parte de la experiencia y de ciertas conclusiones, existe otra parte, que está en nosotros y que al recordarla nos puede aportar ahora,  información útil para enfrentar o resolver el dilema actual.
     Recordemos ¿Cómo hicimos en el pasado para quitarnos la flojera, la tristeza o el enojo, o para lograr no hacer que nos perjudicara? Ese conocimiento no reconocido está ahí, es parte de lo que tenemos en la experiencia no relatada y no sabemos que lo tenemos. Así, una manera útil para analizar algo que nos pasa o para poder entender algo que vivimos como problema, es preguntarnos ¿Cómo le hice en el pasado para manejar este problema? o preguntarnos: en otras ocasiones en las cuales me sentí ofuscada o nerviosa, ¿cómo recuperé la tranquilidad? ¿Qué me ayudo a recuperar la calma para poder resolver el problema?
     Recuperar nuestros saberes es muy útil y nos hace reconocernos, encontrar las partes de nosotros mismos que nos pueden ayudar, descubrir todo lo que somos capaces de enfrentar, de lograr o de crear maneras de vivir, es lo que nos permite tener una visión de identidad personal. Esa posición tiene el efecto de que podamos reconocernos desde las posibilidades de ser como queremos ser, de vivimos competentes y satisfechos de contar en nosotros mismos para afrontar los problemas. La visión de lo que somos es fluida, esto es cambiante y depende de las interacciones que tengamos en el presente, esto es, si en alguna ocasión nos comportamos de un manera que se describiría como valiente, o competente, o generosa, estamos  hablando de acciones que se dieron en un contexto y en una interacción particular, concebir la vida en movimiento nos permite reconocer el contexto de eventos e interacciones en lo que nos podemos comportar de una manera preferida y si los consideramos como algo estático dentro de nosotros mismos; si de casualidad no respondemos o actuamos así,  no quiere decir que no podamos actuar de manera valiente o generosa, quiere decir que estamos ignorando el contexto en el que ahora se produce una actuación que non nos  gusta. No existen cualidades internas inamovibles, fijas y con la que actuemos más allá de donde y con quien estemos. Cuando pensamos en que “somos” buenos, sinceros o amables, estamos generalizando eso a todas las situaciones y así no se puede entender que provoca o a que se responde con bondad, sinceridad o amabilidad.
       Querernos pasa por conocer las mejores maneras de ser y en las que tenemos que trabajar para dejar de hacerlas o cambiar. Querernos es celebrar haber logrado hacer lo que consideramos preciado, o a lo que le damos valor, ser buen hermano, hijo o amigo, ser una persona generosa, bondadosa y compasiva. Perdonarnos los errores y trabajar siempre en mejorar lo que somos y aquellas cosas en que no hemos podido resolver los conflictos con alguien. Querernos significa aceptarnos, no tener expectativas injustificadas y al no cumplirse generen menosprecio o enojo con nosotros mismos. La mirada tienen que basarse en una concepción de que somos “solo seres humanos aprendiendo a vivir”.
        

miércoles, 19 de diciembre de 2018



            AMOR vuelto VIDA 
       Marta Campillo

Cuando tu mano me sostiene
Y enjuga la lágrima 
Que el dolor imprime en mi
Aprendo a vivir 

Cuando tu palabra
Me muestra el camino
La paz estalla en confianza 
De poder sobrevivir

Estas ahí 
cuando de descubrir se trata 
Aquello que me anima 
Y me inspira a seguir

La luz de la luna que está en ti
Me ilumina el alma
Al ponerme en contacto
Con la mejor parte de mi

Cuidar, apoyar, disfrutar y guiar 
Contienen el lenguaje 
Y  la palabra que al ser acción 
Hacen que  se patentice el amor

lunes, 10 de diciembre de 2018




    Palabras de mi corazón
    Marta Campillo

Las palabras que no se dijeron
Hacen que todavía me duela el corazón
¿Por qué es el enojo de haber sido herida
más fácil de poseer?

Si las palabras pudieran volverse
Una caricia suave que cura
El dolor podría ser una lección
Para aprender generosidad

Valdría la pena derramar lágrimas
Si pudieran mostrarte
Como se siente el arrepentimiento por herirte
dentro de mi corazón

Las palabras tan solo pueden traducir
Como el aprender a amar
Es una hazaña de humildad
De respetarte a ti al mismo tiempo ser yo misma

Words of my heart
    Marta Mampillo

The words left unsaid

Make my heart stil ache
Why is the unger of being hurt
Easier to claim?

If words could become
A soft touch that heals
Sorrow could be a lesson
To learn to be kind

Tears would be worth shedding
If they could show you
What repetance for hurting you
feels in my heart

Words can only translate
How learning lo love
Is a humbling deed
Of respecting you while still being me
                 


miércoles, 5 de diciembre de 2018





¿POR QUÉ TU? Alejandra Peimbert
A mi mejor amiga Erica que vencerá el cáncer ¿Por qué tu? Yo desearía que fuera yo. Pero de alguna manera me pasa a mí, porque tú eres una gran parte de lo que soy. Tú eres la mejor parte de mí. La más generosa, la apacible, mi parte liviana. La parte de mí que sonríe a través del dolor, La parte que sabe que no se gana mucho con quejarse. La parte que ama plenamente, y que no siempre mira completamente. La parte que baila aun cuando estoy cansada. La que me recuerda que no necesito mucho en la vida para ser feliz… Todo lo que necesito es verte saludable, ¿Por qué no soy yo? No me puedes dejar. Porque te necesito para que yo sea yo. Así que, por ahora, voy a sonreír a través del dolor, no me quejaré. Amaré plenamente aunque no vea plenamente. Y bailare aunque esté cansada. Yo me encargaré de que estés contenta. Porque tú eres parte de mí, y yo soy parte de ti. Y no puedo hacer nada más que: ser mejor, generosa, y apacible, De tal manera que sientas dentro de ti, la más fuerte y la más brillante luz sanadora… salvándome a mí.

domingo, 2 de diciembre de 2018




MIRANDO A TRAVÉS DE LOS LENTES DE LA EQUIDAD
 Ana Marina Flores Arroyo

      Socializarse como mujer en un mundo que usa la mirada masculina como referente de casi todo impone tareas casi imposibles de cumplir: se bonita, se sensible, se siempre amorosa pero no tan amorosa porque te faltas al respeto, se recatada, date a respetar, no seas gorda, no seas demasiada flaca, usa solo cierto tipo de ropa para que seas una mujer digna, no seas brusca, maquíllate, se femenina, no discutas, no lleves la contraria, estudia algo  más de mujeres, cásate, ten hijos, renuncia a tus deseos en pro de tu esposo y tus hijos, etc. Etc. Mirarse a través de ese referente, causa estragos en la manera como las mujeres nos concebimos y nos evaluamos, hay una permanente lucha por ser la mejor para el otro, una permanente lucha entre ser una misma con nuestros deseos, intereses y valores propios y lo que la sociedad espera de nosotras por el hecho de ser mujeres. Competimos para ser la más hermosa, la más arreglada, la que tiene mejor reputación... Llegamos a sentir que tenemos derecho a descalificar y ofender a otras mujeres que no cumplen las demandas e imposiciones de este mundo dirigido por los deseos masculinos... Las llamamos zorras o mochas, feas o artificiales, nacas o presumidas marimachas o tontas.
      Ser socializadas de este modo nos lleva a creer que si algún día nos violentan es nuestra culpa porque no nos apegamos a esos designios: porque no vestimos como debíamos, porque hablamos de más, porque no quisimos hacer lo que los demás querían o porque lo hicimos, pero fuimos tontas al confiar de más, al final del día, toda la responsabilidad recae en nosotras. Y no solo la responsabilidad de lo que nos pasa a nosotras sino también de lo que le pasa a nuestros hijos, si se cayó y se lastimó  la pregunta es donde estaba la madre, jamás preguntamos donde está el padre, si un día tuvimos que dejarlos  al cuidado de otra persona para salir un  a ver a las amigas, somos malas madres, pero nadie cuestiona porque el padre no está presente, o porque él si se puede salir sin que nadie le cuestiones acerca de su rol de padre.     
Ponerse las gafas de la equidad realmente puede cambiar nuestras vidas, ponerse las gafas de la equidad es empezar a ver todas las formas en que las mujeres hemos sido oprimidas por el hecho de ser mujeres, es cuestionar esa mirada masculina que nos cosifica y limita, es darnos cuenta que podemos ser mucho más que madres, mujeres bellas, mujeres objeto de deseo sexual o mujeres que callan por miedo cuando están siendo agredidas. Mi camino ha sido lento, pero es muy largo y tiene una historia, empecé por reconocer que si tenía miedo a los hombres es porque fui agredida por ellos muchas veces y no porque fuera insegura; luego empecé a preguntarme que era lo que había estado cuidando cada vez que sentía miedo de un hombre y me alejaba para no formaba vínculos y descubrí que  estaba resguardando mi bienestar e integridad, aprendí a interrogarme constantemente de lo que valoro de mi como mujer y como ser humano y he descubierto que valoro mi capacidad para analizar y cuestionar la hechos, para no dar por sentado las cosas, para defender mi postura con argumentos, descubrí que me prefiero luchadora que víctima, que me sueño libre y congruente aunque para ello deba romper los esquemas que me fueron inculcados.    
      Que quiero mirar con una mirada no masculina, me ha permitido dejar de sentir que soy mejor mujer que otras mujeres solo porque a lo largo de la vida he escuchado que me dicen "pocas mujeres tienen lo que tú belleza e inteligencia" o el "tú eres diferente".  Valorarme como mujer desde una perspectiva de equidad, dejando de lado los referentes masculinos me ha permitido ser compañera y hacer hermandad con otras mujeres, me ha permitido también cuestionar mis privilegios como mujer blanca, escolarizada, de clase media, hija de un profesionista y me ha llevado a respetar a otras, a luchar por otras, a educar en equidad a otras.    
      He dejado de sentir vergüenza por cosas que antes sentía que eran mi culpa pero que no es así, por ejemplo, sentir vergüenza por haber sido violentada por una pareja (porque según él, yo no era suficientemente mujer al no querer tener más hijos), haber sido acosada por mis profesores (porque según ellos yo tenía la culpa por tener una piernas lindas)  y por supuesto dejar de sentir vergüenza al relatar todo esto, pues ahora puedo dejar la responsabilidad de las agresiones que viví en las hombres que me agredieron.    
      Cuestionar las ideas que hemos dado por sentado acerca de lo que significa ser una "buena mujer" se ha vuelto la herramienta fundamental para crecer y acercarme a esa imagen preferida de mí misma, desde una femineidad no convencional.

lunes, 26 de noviembre de 2018




LA CULPA NO VASTA
    Marta Campillo 


     Sentirnos mal ante un problema con alguna persona, es muy común, sobre todo cuando esa persona es alguien estimado/a. Si pensamos de dónde nace esa sensación o emoción de malestar, proviene de algo que valoramos como el sentido de justicia. Esto es, el trato de igualdad y respeto es algo preciado en lo que se basan nuestras relaciones. Así, tratar mal a alguien, aunque sea para defendernos, lesiona eso a lo que le damos valor, entonces nos sentimos mal, pues tener conflictos va en contra de lo que valoramos y de la visión de lo que somos nosotros mismos.
     Cuando hay malos entendidos, existe la posibilidad de clarificar lo ocurrido y de entender a la otra persona y de que ella comprenda las razones de nuestras acciones. En muchas ocasiones no hay manera de remediar la situación puesto que aunque podríamos pedir disculpas y explicar nuestro punto de vista, para la otra persona no es posible conciliar y hay que aceptar su posición y tal vez distanciarse.
     Los sentimientos de culpa ayudan únicamente a  movilizarnos a reconocer que lo que hicimos no está bien, que tenemos que ser más cuidadosos  en el manejo que hacemos de las interacciones con las otras personas y que tenemos que explorar por qué reaccionamos de esa manera, que lastimó o incomodo a la otra persona. Muchas veces presionados por nuestra vida estresante, no tomamos en cuenta lo que el otro nos dice, aunque aparentemente estemos escuchando y surge el malentendido. Si no existe una buena comunicación en la cual, podamos expresar que nos estaba pasando y la otra persona también sea capaz de parar y analizar como cada quien contribuyó al malentendido, se habla y la relación y el conflicto se aclaran. Lo malo es cuando ya existen problemas en la relación, o en nosotros ya han existido conflictos cuando las personas se han comportado de esa manera en el pasado y nos predisponernos, la reacción puede ser intensa, aunque con esta persona sea la primera vez que ocurre. Estar dispuesto a ser transparente, a platicar con sinceridad y con el propósito de negociar y clarificar, siempre será la meta a seguir.
     En las relaciones personales algunas veces sucede que una de las dos personas comienza una relación con otra persona, lo que llamamos infidelidad, y cuando sale a relucir la traición, causa mucho dolor y enojo. Siempre es mejor conocer la verdad, sea lo que esta sea. Si la pareja ya no nos quiere o somos nosotros los que la/lo dejamos de querer, lo mejor es decirlo, aunque sea doloroso en vez de herir, con enredos y con mentiras. Vivir ocultándose en esa situación no resuelve nada y agrava el conflicto. Además, estamos yendo en contra de nosotros mismos y de la clase de persona que valoramos ser.  La culpa nos está diciendo, ¡Para!  ¿A dónde vas?  ¿Es ese el camino y la imagen de persona y de identidad que quieres para ti? Entre más tiempo, más engaño, más indecisión y más culpa, todo lo que no nos deja vivir, ante lo cual, hay que cambiar.
     Preguntarnos y tener claro que es lo que valoramos en la vida, de la amistad, de la pareja, de los diversos tipos de relaciones; nos guía, nos alimenta y crea una visión un territorio de lo que consideramos sagrado y que deseamos que guíe lo que somos y lo que hacemos. Tendremos desde esa perspectiva una visión de quien somos, de lo que valoramos y eso nos ayudará a no actuar de maneras que van en contra de lo valorado.
     Así, la culpa puede ayudar, solo si la tomamos como señal de cambio para reconocer y corregir errores. Como un foco rojo que nos indica, analiza, reflexiona como contribuiste al conflicto. Habrá que poner en claro que es lo que la culpa nos quiere decir, para poder cambiar y tener mejores relaciones, más coherentes con lo que valoramos en la vida.





lunes, 19 de noviembre de 2018

 

SIN MIEDO AL MIEDO
Marta Campillo

     En la vida el futuro se presenta como una incógnita, el no saber que nos aguarda, sobre todo cuando tenemos que enfrentar algo difícil, una enfermedad, una evaluación alguna presentación ya sea escolar o profesional y eso engendra incertidumbre y miedo.
    La inseguridad nos hace pensar que no seremos capaces de enfrentar al miedo, que tenemos que creer en las ideas magnificadas y distorsionadas que el miedo elabora para hacernos olvidar que tenemos habilidades para diferenciar lo que nuestra mente crea como una fantasía y la realidad.
     Las explicaciones que se pueden atribuir a las razones de por qué sentimos miedo son diversas, entre ellas estaría la de la vivencia infantil en la cual, la falta de protección de nuestros padres para poder aprender a valernos por nosotros mismos nos enseñó a sentirnos temerosos. Puede ser que sí hayamos tenido esa vivencia, lo que esas explicaciones ignoran es el que la vida es multihistoriada, esto es, esa vivencia no es la única pues como seres humanos interactuamos  con muchas personas con la que tenemos múltiples experiencias diferentes y con nosotros mismos también, y en esa riqueza relacional, acumulamos la experiencia vivida,  aunque no sepamos que la estamos guardando.
      Una de las tareas que la vida nos presenta a lo largo de nuestra infancia es ir aprendiendo a manejar ciertos problemas, como lo es el miedo.  Recuerdo, que sin saber bien lo que estábamos haciendo mis compañeras y yo, que estudiábamos muy cerca del Hospital Civil de Xalapa, saliendo de la escuela nos poníamos el reto de ir a ver a los muertos. Alguien decía “si vas podrás ver al muerto”. Entre la curiosidad y el miedo, ganaba la curiosidad y las ganas de hacer lo que los otros podían hacer y lograr vencer el miedo de realizar tal hazaña. Salíamos y caminábamos hasta una ventana cuyo cristal estaba pintado de blanco y descarapelado por paso del tiempo, por la que si uno escalaba el herraje de protección podía acercarse a algún hoyito para tratar de ver hacia adentro. Casi no se veía nada, aunque uno moviera la cabeza o abriera el ojo lo más que se podía. De pronto, alguien que se había quedado más abajo, con una voz fuerte y para asustar te tocaba y decía “te van a agarrar el muerto”. Sentías que el corazón se te sobresaltaba, te temblaban las piernas y como podías salías de ahí corriendo, y seguías corriendo sin parar hasta llegar a tu casa, jadeando y con el corazón latiendo a toda velocidad y la respiración agitada.
      No recuerdo cuantas veces hicimos eso, ni si quiera tengo memoria de haberlo hablado con nadie, ni tampoco pensé lo que esa experiencia me dejaría, lo que sí me pregunté es ¿dónde quedo el miedo? Pues el miedo se evaporó, dejó presentarse. Todos tenemos experiencias de enfrentar el miedo y demostrar que somos valientes, como aventarse al agua al estar aprendiendo a nadar, como mirar hacia abajo desde un lugar muy alto, como aprender a tocar a un animal desconocido y así vamos aprendiendo a confianza para saber lo que podemos hacer.
     Por supuesto que no basta en la vida con superar los miedos en la infancia, como dormir solo y con la luz apagada, o despertar en la noche y uno solo pararse al baño, dejar ir las fantasías de aparecidos o fantasmas o almas que se aparecen y nos pueden llevar. Pero en esas experiencias, se van forjando habilidades de análisis de la realidad, de lo que es posible y de lo que es fantasía; de qué hacer y cómo podríamos manejar una emergencia; de centrarnos en lo externo de lo que está pasando y no en las sensaciones internas que se pueden agrandar fácilmente y paralizarnos. Así, cuando más tarde tenemos que enfrentarnos a la enfermedad, cuando tenemos que atravesar por la tristeza de enfrentar alguna pérdida, podemos recurrir a ese arsenal de habilidades de vida que vamos guardando, sin percatarnos que está ahí o sin reconocer que lo tenemos a nuestra disposición.
      Además, vamos también teniendo experiencias de aprendizaje de habilidades para relajarnos, como aprender yoga o meditación, aprender autohipnosis o la práctica de algún deporte, con las cuales desarrollemos el conocimiento de las respuestas de nuestro cuerpo ante lo adverso, o lo inesperado que nos asusta, para poder hacer uso de esos conocimientos y habilidades en el momento que lo necesitemos.
      El miedo es una emoción que nos avisa que hay cosas que tenemos que hacer para prepararnos, que hay cosas que a la mejor no hemos tomado en cuenta y que vale la pena hacer para prevenir. Hay que escucharlo como aviso, como una luz roja que se prende y nos hace parar y preguntarnos, ¿Cómo debo afrontar lo que pasa? ¿A qué es a lo que le temo que ocurra? ¿Qué cosa debo hacer que me ayude a enfrentar la situación? ¿Cuál es el plan que me permitirá enfrentar lo que me imagino que será difícil? Y así respirando y ayudándose con las habilidades que uno prefiera y con las que haya aprendido a calmarse, uno lleva a cabo el plan para afrontar esa situación difícil y asustadora, para develar la fuerza contenida en nuestra experiencia de vida.
     

martes, 13 de noviembre de 2018


PERDONAR NO ES OLVIDAR
                marta campillo

     A lo largo de la vida, como vivimos en medio de relaciones es casi inevitable que en algún momento se origine una situación en la que se nos produzcan heridas, algunas por algún desprecio, por desamor, por traición o por conflictos no resueltos. Algunas veces cuando el desamor es con alguno de los papás, se puede producir en un dolor tan grande que se viva como un trauma y esto le cause a la persona que llegue a conclusiones erróneas sobre su identidad, como pudiera ser el pensar que no vale como persona, que no es merecedora de cariño, que hay algo malo en ella o él. Así verse afectada la imagen de sí mismo.
      Lo maravilloso de la vida es que tenemos muchas interacciones con múltiples personas y una mala experiencia con uno persona, no es definitoria para siempre pues hay muchas otras relaciones en las que se recibe el amor y la aceptación que necesitamos para vernos a través de los ojos de otra persona que nos quiere. Por ejemplo, puede ser que hay un conflicto con la mamá o el papá, pero que el responsable de la crianza sea la abuelita o la tía y se tenga el apoyo y confianza para dar y recibir el amor que se necesita para reconocer esa otra parte de nuestra identidad y de lo que podemos llegar a ser y aprender de esas relaciones a como llevarse con los demás con afecto y respeto.
      En las relaciones de pareja, en las que pueden ocurrir traiciones que enfrenten a la persona que la recibe con un inmenso dolor, el camino nunca será el odio o la venganza, pues el problema es que esas emociones invadan nuestra vida y nos produzcan efectos negativos y seamos nosotros los que tengamos que pagar el precio de vivir mal.  La pregunta siempre será preguntarnos que de lo que nosotros valoramos está siendo lesionado por lo que nos pasó, por ejemplo, si es nuestro sentido de justicia, lo que nos hace sentirnos tan ofendidos, entonces inspirado en eso como podemos hacer para enfrentar los efectos negativos de la traición, para no permitir que nos cambie, que nos llene de odio y de rencor.
       Muchas veces cuando de pequeños hemos sufrido el desamor de un padre, y al crecer y madurar la o lo entendemos como una persona que está reflejando lo que ella/él vivió de sus papás, entenderemos que no es con nosotros el problema, sino que es poco probable que una persona que fue criada con desamor, ahora nos de amor. O tal vez las propias contradicciones de lo que vive, no le permiten ver más allá de sus propios conflictos para dar apoyo y protección, y cuando reconocemos ese límite podemos entender sus limitaciones.
     Perdonar es tomar una posición diferente, es entender que la ofensa no fue hecha con la intención de devastar nuestra vida, aunque nos haya afectado de manera muy profunda. Perdonar a la persona es lograr entenderla/lo como un ser humano con contradicciones y problemática no resueltas en las que nos vemos envueltos y sufrimos las consecuencias de cosas que no necesariamente tienen que ver con nosotros. Al producirse el conflicto nos vemos obligados a entender para situar las causas de los problemas en su origen, que muy probablemente tiene que ver, con los conflictos no resueltos en la infancia y en la vida de la persona.
       Cuando tomamos distancia del conflicto y de los sentimientos que nos ha producido de dolor, el enojo, el resentimiento o la tristeza, podemos hacer la tarea de no dejarnos atrapar por esos efectos negativos del problema y que nos atrapen el alma y no o s dejen vivir. Perdonar implica vivir de acuerdo a lo que creemos y valoramos. Es una manera de ser lo que queremos ser, más allá de las experiencias negativas que nos pasen. Perdonar es vernos de lado delo que valoramos y que nos inspira a vivir como queremos vivir ya ser como queremos ser.
      Perdonar es rescatarnos a nosotros mismos inspirados en lo mejor de lo que somos y aprendiendo a ponernos del lado de lo que nos dignifica el amor por la vida y nos hace creer en dar amor, apoyo y consuelo, sobre todo a nosotros mismos.



miércoles, 7 de noviembre de 2018



   
DEJAR IR
       Marta Campillo

     Dejar ir es una decisión que se tiene que enfrentar cuando la relación ha fallado, y en esa interacción, ni con la negociación se ha podido ir más allá de la manera de ser de cada integrante y en las que el sufrimiento sobrepasa la capacidad de quedarse en la relación, ya sea esta un relación cercana, vital o más lejana. Hay momentos en que la interactuar con la otra persona se vuelve insoportable y muchas veces se tiene un afán de querer componerla, de tolerar, de tratar de que el otro entienda nuestras razones, de que cambie y en ese deseo se llega a tolerar violencia o injusticias; todo lo que hace más complicado saber qué es lo que se quiere hacer para resolver. Existe mucha confusión emocional cuando la separación es difícil y confusa.
     Cuando una relación termina parecería que, con solo, no tener contacto con la persona y cerrar todas las interacciones, el procedo de alejamiento y la separación sería posible, pero muchas veces no es así. Seguimos albergando la esperanza, queriendo saber de la otra persona, manteniendo contacto indirecto, lo que mantiene las heridas abiertas y no permite que la energía emocional se dirija a uno mismo.
     Algunas relaciones son tan íntimas, profundas, llenas de pasión y de amor, que parecen ofrecernos un nirvana, un lugar como el útero materno en el que recibimos toda esa energía y vitalidad que necesitamos, y por eso la traición o los conflictos y la injusticia hacen que queramos darlo todo antes de que se acabe. Pareciera que no vamos a ser capaces de vivir sin esta. Pero terminar la relación sin terminarla, salirnos pero quedarnos, no estar pero seguir buscando información y contacto, hacen que se cree una paradoja irresoluble. Un estado que se gobierna por “Sí pero no”, y así no se puede vivir, solo se produce confusión en todos sentidos. Tendríamos que ponernos del lado del si me voy con todo lo que eso implica, una ruptura total, o ponernos del lado de quedarse con las consecuencias de sufrimiento que eso conlleva.   
      Dejar ir, presupone dejar de sentir, no anhelar que las cosa fueran diferentes, no recordar todas las cosas que nos hacían felices y que necesitamos. Separarse implica en muchos casos perdonar las ofensas recibidas, que han creado dolor, enojo y resentimiento. Y a la vez tendríamos que pensar en nuestro propio rescate, puesto que vivir cargando el peso del enojo, mantenerse pendiente de la otra persona o continuamente recordando y sintiendo la tristeza y depresión de la ausencia, no deja espacio para la vida emocional creativa.
      Poder separarse comienza por un proceso de aceptación de que la relación ya terminó y del reconocimiento de cuáles son las cosas que tenemos que trabajar para poder sobrevivir y reconstruirnos valorando lo que somos, lo que tenemos y decidiendo que es lo que queremos vivir.
      Recuerdo un día que un gran amigo me hizo una pregunta que se ha quedado conmigo ¿Serías capaz de vivir y amar a alguien que no te quiere, que miente, que te traiciona? Y la repuesta me confronto con la elección de la clase de vida que estaba escogiendo. Podría haber seguido lamentando la traición, el dolor, la necesidad de tener esa relación negativa o ponerme del lado de lo que valoro, de las cosas en las que creo, de reconocer la clase de vida y de relación que quiero tener. La respuesta fue obvia y la decisión de no seguir ahí fue muy clara, no sería capaz de someter todo lo que valoro a la crueldad y a la injusticia de esa relación.
      Cuanto más confusa sea la relación cuanto más necesario es poner distancia, alejarse de todo lo que se esa relación implica, para poder reconocer que tenemos la capacidad de decidir como queremos vivir, que cosas son las que nos mantienen siendo la persona que somos, como queremos interactuar con la otra persona en la relación, con sinceridad, con igualdad, con respeto y dando lo mejor de nosotros.  Reconocer que todos tenemos cosas a las que les damos valor y nos inspiran, nos mantienen, nos motivan y nos permiten articular la vida que queremos tener, eso es el camino para decidir alejarnos, cicatrizar las heridas y mirar hacia el futuro.
     

viernes, 19 de octubre de 2018



RECORDAR EL PASADO CON LA AUSENCIA DE DOLOR
  Marta Campillo 

    Muchas veces ante haber vivido situaciones muy dolorosas, de injusticia, de maltrato, de desamor, el recuerdo de muchas situaciones dolorosas de trauma está presente en nuestra idea de quienes somos y como merecemos ser tratados. Ese pasado puede tratar de definir nuestra imagen de sí mismos y lo que identificamos como nuestras posibilidades de vida.
     Cuando desde la infancia se vivió así, pareciera que esa experiencia dejo una única huella, la del dolor emocional, que ciertamente está presente. Afortunadamente nunca vivimos una solo historia. Frente al desprecio o injusticia o situaciones de violencia, existe otra la historia, la de supervivencia. Tal vez esa no se haya contado nunca y aunque si tengamos la experiencia de haber aprendido a ir más allá de la situación dolorosa, no hayamos aprendido a vernos como sobrevivientes, como personas que pudieron sobrevivir a pesar de condiciones de trauma emocional, físico y pobreza.
     El pensarse como sobreviviente, e ir recuperado esas respuestas que nos permitieron manejar el dolor, poco a poco permitirá descubrir lo que hemos hecho y lo que hemos aprendido sobre todo de nuestras habilidades de vida, de esas posiciones y creencias que nos apoyaron a manejar el dolor, la tristeza, la falta de apoyo o amor. Hay toda una historia muy valiosa en esa sobrevivencia. Tal vez aprendimos a cuidar a los demás, tal aprendimos a luchar por lograr una vida diferente.  Quizás hayamos desarrollado habilidades para sobrellevar la adversidad y no perder la esperanza.
     El proceso para ir más allá del dolor emocional y espiritual que nos deja crecer bajo esas condiciones, se hace más claro cuándo se va recuperando la historia de cómo sobrevivimos el pasado y haciendo visible en nuestra manera de vivir y de ser con nosotros y con los demás, lo que eso dice de lo que valoramos y consideramos preciado en l vida. Ese conocimiento permite sentar las bases para lo que queremos desarrollar en nuestras relaciones, trabajo y vida. Si es el sentido de justicia, el amor a la familia, el respeto a los demás y a la verdad, eso perfila como queremos vivir. Así, podremos definir que clase de relaciones mantener y cómo actuar.
    El pasado no se puede olvidar, pero si podemos recordarlo sin el dolor, reconocerlo para no mantenerlo en nuestra vida. Como una cicatriz, que es la huella del pasado sin el dolor, podemos verla, examinarla, tocarla y, aun así, ya no nos duele pues ya no está abierta. El proceso de dejar ir, tiene que ver con la recuperación de la otra historia, esa que narra todo lo que hicimos para sobrevivir y para defendernos. Donde está contenido lo que hicimos para trascender el dolor y la injusticia. Nadie vive una experiencia de trauma sin dar respuestas, aunque estás nunca se hayan reconocido, aunque estén escondidas y soterradas por el dolor, ahí están, en la experiencia vivida, en todo eso que hizo posible que hayamos anhelado ser diferentes, vivir de diferente manera, que hayamos aprendido a valorar la justicia, el amor y una vida donde haya apoyo y cariño.

     Afortunadamente, en el tiempo vivimos a través de múltiples relaciones, formando muchas interacciones con muchas enseñanzas de vida. Así, para poder recuperar esa otra historia podríamos preguntarnos ¿Qué conozco de mí que me permita ser la persona que quiero ser? ¿Qué valoro como algo tan Importante, que me inspire, que me motive a vivir y ser como quiero ser? ¿Qué necesito hacer para crear la vida y las relaciones que necesito? ¿Qué necesito hacer para recordar el pasado sin el dolor? Poco a poco como un paisaje que se despeja puede emerger una identidad alternativa que se devela y que ha sido lo que nos ha ayudado y ahora permitirá crear el camino de vida y de relaciones que queremos.

viernes, 12 de octubre de 2018





EL ENOJO: UN FUEGO QUE CONSUME
        Marta Campillo 


     El enojo es una emoción muy expansiva que invade la vida, las emociones, los pensamientos, el estado de ánimo, y tiene muchos efectos negativos. En el cuerpo genera una sensación de desesperación. Hay una angustia por querer sacarlo y dejar de  sentirlo, cancela la lógica reflexiva, y la persona no sabe qué hacer.
     En los casos infantiles hay que valorar si no se debe a un problema del desarrollo neurológico, una disfunción  en la maduración neurológica, pues esto hace a las o los niños irritables y que fácilmente pierdan el control y se enojen.
     En otros casos hay que mirar a la situación donde se da, puede ocurrir que haya ciertas relaciones en las que el  entendimiento sea muy pobre y  produzcan conflictos. El analizar que pasa entre las personas, ¿cómo pasa?, quién agrede y cómo es que se escala en el desacuerdo, permite ver concretamente la cadena de interacciones para poder darse cuenta de lo que no ayuda y parar. El contexto donde se dan y la historia con esa o esas relaciones nos permite tomar decisiones acerca de nuestro propio accionar, si debemos cambiar y permanecer y negociar y cortarlas.
      Una experiencia de vida me enseñó mucho acerca del enojo. Hace muchísimos años, de repente sentí una ola de emoción, revuelta con energía que me impulsaba a repeler a una persona que había sido mi pareja y me traicionó. Él vino a mi casa a hablar conmigo, pero me era imposible oír, por la ola de fuego se apoderó de mi cuerpo. Como nunca me había sentido tan invadida por una emoción tan fuerte, a la que yo llame un "odio jarocho".
     Nunca había experimentado tener una emoción tan invasiva que no la podía razonar, aplicaba los métodos de relajación y no me calmaba. Entonces tuve que alejarme, separarme de la persona y despedirlo pues no me era posible ni escuchar o soportar su presencia.
    Me pregunté ¿Qué puedo hacer para resolver ese enojo que me invadía? No sé cómo pensé en la función del enojo y me pregunté ¿Qué lograba el enojo teniéndome así? Lograba separarme, alejarme de la causa, y ¿Qué lograba con eso? Tener seguridad, y ahí pensé que el enojo en este caso me protegía, tal vez, de mí misma, y de que yo no fuera a ser capaz de regresar con esa persona que me dio cicuta emocional. La fuerza tan tremenda del odio me detuvo.
     Cuando pensé en el enojo como una máscara que tenía un propósito, y me di cuenta de que la solución estaba en reafirmarse que yo era capaz de cuidarme, de protegerme, para que no me volvieran a lastimar y de decir NO a la relación, puesto que esa cercanía me había herido profundamente ¿Qué pasó con el odio? Como por arte de magia se esfumó, ya no lo sentía, estaba tranquila y con la seguridad que mi mente me cuidaba y esa experiencia me dio una gran lección.
     El separarnos de los efectos negativos que un problema tiene y mirarlo desde afuera, de lejos y ponerlo fuera de nosotros nos da una gran capacidad de observación y de análisis para descubrir cuáles son los efectos del enojo y si hay algunas causas que lo provocan. Además de observar como hemos logrado ir más allá del mismo.
     Muchas veces es el dolor residual de una separación no resuelta, otras veces esa persona nos ha seguido agrediendo y el conflicto permanente alienta al enojo. En todo caso muchas veces tiene que ver, con que eso que pasó en la relación lástima lo que valoramos como sagrado, aquello que, aunque no lo hayamos identificado vive en nuestras creencias, como el sentido de justicia, la lealtad, el respeto y la confianza para decir la verdad. Esa transgresión a lo que consideramos intocable, ayuda a que el enojo permanezca. Aún en condiciones de agresión, el camino será la resolución y no la misma respuesta que nos daña. Para lo cual identificar lo que nos calma, lo que nos ayuda a zafarnos de las emociones negativas y el descontrol y regresar a la tranquilidad. Es muy importante.
     Cada uno de nosotros tiene habilidades de vida, adquiridas a través de resolver problemas y de reconocer la manera como queremos ser. Cabe hacernos unas preguntas: ¿Qué haces cuando te llega el enojo? ¿Cómo has logrado entender cuales son los efectos negativos del enojo?  ¿Cuáles estrategias utilizas que te sean efectivas para calmarte? ¿Has identificado el contexto de relaciones del enojo?

   
     


viernes, 5 de octubre de 2018




LA HUELLA DE LA VIDA
Marta Campillo
    
      Como seres humanos tenemos el privilegio de ser amados y así aprender a amar. Desde que nacemos, esa especial inmadurez con la que venimos al mundo, hace que para que podamos sobrevivir necesitemos de otras personas, esto es de cuidadores, generalmente son los padres o familiares, otras veces son personas que se encargan del cuidado, la cuestión es que debemos estar rodeados de otras personas que nos enseñen a comer, a controlar esfínteres, caminar o a hablar y a relacionarnos.
     En ese tránsito de desarrollo y aprendizajes, aprendemos algo muy importante, a dar y recibir cariño. Tal vez comienza el proceso con el hecho de la protección que recibimos cuando nos amamantan. Tal vez cuando identificamos la voz de la mamá o sonreímos con los mimos y chistes del Papá. Quizás sea cuando comenzamos a jugar y en esa interacción, entre risas y "monadas" por las que recibimos el cariño jovial. De esas interacciones aprendemos la importancia de dar y recibir y eso nos da seguridad.
     Durante ese tránsito de crecimiento además de habilidades concretas, aprendemos lo que las demás personas son para nosotros y en esas condiciones vamos construyendo lo que somos, a través de vernos en los ojos y aprobación de los otros.
     Los procesos que se mueven para que vayamos contestando la pregunta ¿Quién soy?, se van dando dentro de las relaciones que nos ayudan a vivir, en todo lo que hacemos, y lo que compartimos con las otras personas. Por lo cual hay personas muy especiales que nos dan señales importantes de quienes somos, al reflejar lo mejor de lo que somos en los ojos de esa persona., en su apoyo y entusiasmo por nuestros planes y futuro.
     La manera en que interactuamos nunca es solamente de un lado, las acciones van de la otra persona a nosotros y de nosotros a esa persona. Pensar las relaciones como circulares nos ayuda a darnos cuenta que nuestra presencia es importante para las otras personas y no únicamente ellas para nosotros. Recibimos apoyo y amor y las personas también lo reciben de nosotros.
     Lo que llamamos ser yo mismo, el reconocerlo o descubrirlo, es un proceso de vida, en donde continuamente las relaciones que se establecen nos enseñan de nosotros mismos y aprendemos de lo que las personas aprecian en nosotros y ellas o ellos reciben lo que les damos y también aprenden de sí mismos.
    Un hijo puede recibir apoyo, comprensión, y cariño de sus padres y este a su vez les da cariño y reciprocidad a su trato. Así, el hijo o la hija aprenden de sus padres como ser personas e hijos, y los padres aprenden como ser padres y a formar a una persona llamada hijo/a. Las personas con las que interactuamos son muy importantes, son la fuente para aprender a ser y formar una identidad. Las influencias son múltiples a lo largo de la vida.
Cuando una persona amada o cercana, se va o fallece, nos ha dejado toda la huella de su amor en nosotros. Cuando pensamos en ella o él, tal vez recordemos lo que su cariño significó para nosotras. Tal vez recordemos sus enseñanzas y lesa manera única en que éramos con ella o con él.
     Una experiencia que nos hace visible la presencia de esa persona, son los momentos posteriores al fallecimiento, al reunirse todas las personas para dar el pésame, esas personas nos comentan sus recuerdos de las experiencias con la persona que falleció. La huella de la vida se deja en todas las personas con las que tenemos contacto.
     Hacer honor a la memoria de la vida de la persona que murió, se hace posible al evocar los recuerdos de la huella de su vida.

sábado, 29 de septiembre de 2018




 LA MAGIA DEL AMOR

          Marta Campillo

     El refrán de "EL AMOR MUEVE MONTAÑAS" nos habla de una parte muy importante de lo que somos como personas, esto es, aquello que nos guía. en la vida, lo que valoramos y le damos un significado especial. Así existen personas, eventos o experiencias en la vida a las que le damos un valor especial, eso a lo que volvemos significativo y que nos mueve, nos inspira, y nos motiva y por lo cual seríamos capaces de hacer sacrificios, de perseverar, de resistir injusticias y de luchar por eso que nos parece muy importante para vivir. Uno de esos motivos es lo que se llama amor.
     Hay muchas clases de amor, está el amor que involucra el deseo y la atracción, el entendimiento y el placer. Hay el amor de una visión más general, el amor a la vida, lo que nos lleva a aquello que nos mueve a identificar lo que le da sentido a la vida, lo que queremos construir, lograr y dar con nuestra presencia. Hay amor a lo que realizamos y para lo que tenemos inicialmente habilidad y con ese interés y dedicación se vuelve maestría y nos encanta poder hacerlo.
     Cuando nos involucramos emocionalmente con una persona, nos relacionamos no únicamente en in nivel sino en los múltiples niveles de su ser, emocional, intelectual, cultural, personal, de gustos, de fe o espiritualidad, de humor y ánimo y costumbres cotidianas.
     Las personas somos como un caleidoscopio, con múltiples facetas y con una historia de experiencias y una visión del mundo,  con el cual desarrollamos un entendimiento que va siendo envolvente, va cambiando al girar con el tiempo y en el cual aprendemos a convivir, negociar y a hacer crecer ese amor inicial, para que llegue  a ser más profundo y nutriente a través de la intimidad y el compartir la vida.
   Lo maravilloso de la fuerza del amor es que permite que se pueda ir más allá de la traición o el engaño, hacia el perdón. Desde la posibilidad de reconstruir lo que se ha dañado, al trabajar en recobrar la confianza puede ser que el amor se vuelva un compromiso fuerte para continuar en la relación.
    El amor persiste más allá de la ausencia que produce la muerte. Y justamente es, a través de su fuerza que mantenemos el cariño de la persona ausente, presente en nuestra vida.
     Muchas veces podríamos preguntarnos ¿Cuántas personas caben en un corazón para amarlas? No hay un límite, pero con un Amor profundo y fundamental, dependería de que tanto tiempo les dedicamos y la atención y prioridad que les diéramos, y la magia que se produce en su relación, pero es muy complicado o imposible tener un compromiso con más de una persona al mismo tiempo
    Vivimos pudiendo llenar nuestra vida de energía, motivarnos y desarrollarnos cuando el amor se combina con pasión. La pasión que surge cuando una actividad al mismo tiempo que es un reto, y es un placer realizarla y vernos cada día con más maestría en el desempeño de la misma, nos cambia la reacción neurofisiológica corporal y anímica. Se incrementa el interés, aumentan las ganas y deseos de aplicarnos a esa actividad e ir descubriendo lo que somos capaces de lograr, en cualquier campo en el que tengamos interés y habilidad. 

    La vida es hacer y acción, así, el amor al impulsarnos y ligarnos a las actividades que disfrutamos, es lo que nos permite entrar en la rapsodia de lograr desarrollarnos, crecer, vivir intensamente y poder lograr ser lo mejor que podamos llegar a ser.
    

domingo, 23 de septiembre de 2018



LA AMISTAD: EL NICHO DE LA RECIPROCIDAD

      Marta Campillo

     Las interacciones con las otras personas nos muestran lo que somos, o no dan una señal de cómo nos reciben y el efecto que lo que hacemos tiene sobre ellos, así nos abren la posibilidad de ver y de sentir como estamos y decidir si eso es lo que queremos hacer y si de esa manera queremos ser. 
     Hay relaciones de muchos tipos, unas más formales, otras más superficiales, otras de convivencia laboral. Algunas son de un cariño incondicional, aprecio que ha crecido sin necesariamente proponérselo, con las cuales tenemos muchas coincidencias que hacen que la relación sea fácil; que transita por espacios de comprensión como puede ser con los seres más cercanos. Hay algunas muy especiales, en las que no tenemos que cuidar lo que decimos ni como somos, porque nos permiten al ser como queremos ser y en las que damos lo mejor de nosotros a esa persona que le llamamos nuestro amigo o amiga. Las relaciones se sostienen y se mantienen porque tenemos interés en todo lo que damos, la manera en que nos hace sentir, la manera en que nos muestra las posibilidades de dar y recibir, y por aquellas razones de experiencias compartidas en ciertos momentos de la vida, ya sea de alegría o de tristeza.
      Algunas personas las conocemos en difíciles momentos de la vida y con ellas o ellos se crea una relación muy especial, tan única pues esa circunstancia nos ofrece la posibilidad de ayudar a resolver o de que nos ayuden a salir o a enfrentar algo complicado emocionalmente. De esos momentos se crea la gratitud de haber recibido tanto apoyo incondicional y de haber compartido momentos como la muerte de una amiga o amigo.
      Existen también los amigos de toda la vida, con los que a lo largo de los años hemos compartido muchas cosas, con los que somos sin tapujos ni prejuicios y con los que hemos tenido la oportunidad de disfrutar el compartir, el reír, el llorar o estar tristes y en ese nicho poder estar para que, al emerger restablecidos, y para que podamos seguir siendo la mejor versión de lo que somos.
      Algunas veces la amistad comienza de manera fortuita, al poder compartir una actividad profesional y ese convivir se va expandiendo a otras áreas de la vida. Hay un colega-amigo con el que comparto una bella amistad que me dijo el otro día: “La amistad crea salud y bienestar emocional y la paz emocional, fortalece el alma y la salud física”. Preciosas palabras que reflejan la manera en la cual lo que somos, en la bondad, en el entendimiento, en el apoyo y en el compartir en muchos momentos tristes o de alegría, nos crea una sensación interior de sentirnos en unicidad con el mundo y los demás, de estar tranquilos y disfrutar de lo que somos y vivimos, así, es muy importante el cuidado de las personas a las que llamamos amigos o amigas.
       Y cuando haya momentos de malos entendidos, de levantarse con el pie izquierdo y estar presionado o estresado por circunstancias de la vida, en los que sin la intención atropellemos a alguna amiga o amigo, también existe la posibilidad de explicar, de comunicarnos, de abrir el corazón para pedir disculpas, para dejarle saber lo que nos estaba pasando. Alguna vez recuerdo, que otra persona contó cosas falsas que supuestamente yo decía de una gran amiga, y ella me lo contó, nos sentamos a platicar, a ver que sería lo que estábamos haciendo que promovía que quisieran interferir en nuestra relación. Hablarlo y analizar y reafirmó el gran compromiso que nos teníamos e hizo que la relación se profundizara y nos comprometimos a no dejar que otras cosas interfirieran con la amistad. Muchas veces hay que solucionar los conflictos para abrir el corazón y no dejar fuera a las personas que queremos y nos quieren,

      Hay que aprender a ser amigo, pues esa relación es libre, se escoge por que uno decide sí dedicarle tiempo y esfuerzo, pero también fluye libremente, es incondicional y no necesita de preámbulos y muchas explicaciones. Disfrutar de ser y tener amigas y amigos, es un privilegio de la vida, es un regalo a nuestra lealtad, reciprocidad, a que podemos compartir y apoyar y a que podemos estar para disfrutar de la compañía y la de los tiempos de felicidad.

lunes, 17 de septiembre de 2018



LA RESILIENCIA: sobrevivir más allá de la adversidad

    Marta Campillo

     Recuerdo a un niño que visitaba la clínica donde trabajaba, vivía en la calle y cuando nos sentábamos a platicar, yo le preguntaba por cómo le hacía para obtener o hacer ciertas necesidades de vida, pues no me imaginaba como se resolvían pues para mí, que vengo del mundo de la protección y acceso a todas las necesidades, nunca habían sido a los once años tareas o cosas que yo hubiera tenido que buscar sola.  El niño generosamente me ayudaba a entender que todo tiene una manera de conseguirse. Por ejemplo, la ropa se pide regalada en alguna casa, explicando que se vive en la calle y generalmente las personas encuentran ropa que donar. Bañarse es fácil pues eso se hace en el río. La ropa no se lava solo se tira para desecharla. Él tenía se caja de bolero y con mucho orgullo ofrecía sus servicios de limpieza de calzado, casa por casa y generalmente en esas casas le ofrecían comida. Tampoco era problema el dormir a la intemperie pues el cartón que se deshecha en los supermercados sirve para poner en el piso y para taparse. El me platicaba y me enseñaba las grandes habilidades e ingenio, que se tiene que tener para vivir en la calle, una que me maravillaba era la adaptabilidad a los cambios que se presentaran y otra y gran ingenio con el que se encontraba una manera de resolver las necesidades. Al cabo de un tiempo paso a contarme que trabajaba de payaso, en las calles o en fiestas. El me daba toda una clase en habilidades de sobrevivencia.
    La resiliencia es una propiedad que poseen los metales, en la cual pueden doblarse y no pierden su forma original. Este término se ha utilizado como una explicación para aquellos niños que ante condiciones personales y sociales adversas pueden sobrevivir y realizar una vida productiva.
      Las condiciones sociales actuales hacen que muchas familias sufran y padezcan hambre, escasez y pobreza. Pareciera a simple vista, que crecer en tales circunstancias, sería una condena a estar en el círculo de la pobreza para siempre. Nada en el ser humano es lineal o mecánico, vivimos en un medio de múltiples influencias que nos impactan para lograr sobrevivir. Las condiciones de sufrimiento también engendran habilidades de sobre vivencia. Lo ideal sería vivir en un país sin guerra sin crueldad, sin drogas ni violencia y con familias amorosas, que permitiera que los niños y niñas, tuvieran una infancia protegidos, con las necesidades básicas resueltas, pero desgraciadamente la realidad actual es otra.
     ¿Cómo se explica que existan niños que han vivido en la desprotección y sobresalen y se desarrollan para llevar a cabo una vida productiva? ¿Cómo han podido más allá de las carencias, encontrar un camino hacia la una vida productiva y con buenas condiciones de vida? 
     Sobrevivir es un arte que debe ser apoyado por la protección amorosa de alguien, que no es necesariamente un familiar, pero es una persona que apoya, que recoge al menor, aunque no sea en condiciones de igualdad a la familia, pero que en un momento ayuda a salvaguardar al niño o niña de los peligros de la desprotección. 
     Al proceso de ir más allá de las malas condiciones de vida y lograr sobrevivir habiendo aprendido habilidades para el trabajo y para la vida personal se le ha dado el nombre de RESILIENCIA. Lo que se ha descubierto es que siempre hay alguna persona que ayudó o aportó seguridad en esos momentos críticos. Más allá de que las posibilidades de sobre vivencia solo se dan con apoyo de alguien, es un verdadero milagro del espíritu y de las posibilidades del ser humano, el poder emocionalmente ir más allá de la negligencia, de la pobreza, y del desamor para lograr crear y tener una vida, llena de habilidades, de conocimientos y de alegría por vivir cuando se hace bajo esas condiciones. No se puede pensar superficialmente que todos los niños y niñas desprotegidos consiguen salvarse, muchos son víctimas de las terribles condiciones de violencia de la calle, de las pandillas o de la drogadicción y no encuentran a esa persona que les tienda la mano para ayudarles a desarrollarse. 
        En Latinoamérica hay ahora otro proceso de o que se ha llamado menores situación de calle, que son los niños que por diferentes razones de desintegración de su familia salen de su casa y que necesitan la atención de proyectos sociales para ayudarles a poder recibir comida y un lugar digno donde vivir. El problema no es fácil de resolver puesto que un niño que ha estado en la calle puede estar expuesto a lo peor de la violencia y la explotación.
      La oportunidad es que se intervenga desde los programas sociales o de organizaciones sociales que se dediquen al trabajo con niños para crear la resiliencia a propósito, creando condiciones de protección desde as cuales el niño o niña puedan aprender habilidades vitales, de trabajo y sobrevivencia.