LA CULPA NO VASTA
Marta Campillo
Sentirnos mal ante un problema con alguna persona, es muy común, sobre todo
cuando esa persona es alguien estimado/a. Si pensamos de dónde nace esa
sensación o emoción de malestar, proviene de algo que valoramos como el sentido
de justicia. Esto es, el trato de igualdad y respeto es algo preciado en lo que
se basan nuestras relaciones. Así, tratar mal a alguien, aunque sea para
defendernos, lesiona eso a lo que le damos valor, entonces nos sentimos mal,
pues tener conflictos va en contra de lo que valoramos y de la visión de lo que
somos nosotros mismos.
Cuando hay malos entendidos, existe la posibilidad de clarificar lo
ocurrido y de entender a la otra persona y de que ella comprenda las razones de
nuestras acciones. En muchas ocasiones no hay manera de remediar la
situación puesto que aunque podríamos pedir disculpas y explicar nuestro punto
de vista, para la otra persona no es posible conciliar y hay que aceptar su
posición y tal vez distanciarse.
Los sentimientos de culpa ayudan únicamente a movilizarnos a reconocer que lo que hicimos no está bien, que tenemos que ser más cuidadosos en el manejo que hacemos de las interacciones con las otras personas y que tenemos que explorar por qué reaccionamos de esa manera, que lastimó o incomodo a la otra persona. Muchas veces presionados por nuestra vida estresante, no tomamos en cuenta lo que el otro nos dice, aunque aparentemente estemos escuchando y surge el malentendido. Si no existe una buena comunicación en la cual, podamos expresar que nos estaba pasando y la otra persona también sea capaz de parar y analizar como cada quien contribuyó al malentendido, se habla y la relación y el conflicto se aclaran. Lo malo es cuando ya existen problemas en la relación, o en nosotros ya han existido conflictos cuando las personas se han comportado de esa manera en el pasado y nos predisponernos, la reacción puede ser intensa, aunque con esta persona sea la primera vez que ocurre. Estar dispuesto a ser transparente, a platicar con sinceridad y con el propósito de negociar y clarificar, siempre será la meta a seguir.
Los sentimientos de culpa ayudan únicamente a movilizarnos a reconocer que lo que hicimos no está bien, que tenemos que ser más cuidadosos en el manejo que hacemos de las interacciones con las otras personas y que tenemos que explorar por qué reaccionamos de esa manera, que lastimó o incomodo a la otra persona. Muchas veces presionados por nuestra vida estresante, no tomamos en cuenta lo que el otro nos dice, aunque aparentemente estemos escuchando y surge el malentendido. Si no existe una buena comunicación en la cual, podamos expresar que nos estaba pasando y la otra persona también sea capaz de parar y analizar como cada quien contribuyó al malentendido, se habla y la relación y el conflicto se aclaran. Lo malo es cuando ya existen problemas en la relación, o en nosotros ya han existido conflictos cuando las personas se han comportado de esa manera en el pasado y nos predisponernos, la reacción puede ser intensa, aunque con esta persona sea la primera vez que ocurre. Estar dispuesto a ser transparente, a platicar con sinceridad y con el propósito de negociar y clarificar, siempre será la meta a seguir.
En las relaciones personales algunas veces sucede que una de las dos personas
comienza una relación con otra persona, lo que llamamos infidelidad, y cuando
sale a relucir la traición, causa mucho dolor y enojo. Siempre es mejor conocer
la verdad, sea lo que esta sea. Si la pareja ya no nos quiere o somos nosotros
los que la/lo dejamos de querer, lo mejor es decirlo, aunque sea doloroso en
vez de herir, con enredos y con mentiras. Vivir ocultándose en esa situación no
resuelve nada y agrava el conflicto. Además, estamos yendo en contra de
nosotros mismos y de la clase de persona que valoramos ser. La culpa nos está
diciendo, ¡Para! ¿A dónde vas? ¿Es ese el camino y la imagen de persona
y de identidad que quieres para ti? Entre más tiempo, más engaño, más
indecisión y más culpa, todo lo que no nos deja vivir, ante lo cual, hay
que cambiar.
Preguntarnos y tener claro que es lo que valoramos en la vida, de la amistad,
de la pareja, de los diversos tipos de relaciones; nos guía, nos alimenta y
crea una visión un territorio de lo que consideramos sagrado y que deseamos que
guíe lo que somos y lo que hacemos. Tendremos desde esa perspectiva una
visión de quien somos, de lo que valoramos y eso nos ayudará a no actuar de
maneras que van en contra de lo valorado.
Así, la culpa puede ayudar, solo si la tomamos como señal de cambio para
reconocer y corregir errores. Como un foco rojo que nos indica, analiza,
reflexiona como contribuiste al conflicto. Habrá que poner en claro que es lo
que la culpa nos quiere decir, para poder cambiar y tener mejores relaciones, más
coherentes con lo que valoramos en la vida.