domingo, 30 de agosto de 2020

 

     

Sabiduría para sobrevivir
Marta Campillo

 


    Cuando estamos enfrentando una enfermedad, con síntomas fuertes e incapacitantes, enfrentamos la enfermedad de muchas maneras y niveles. Por un lado, nuestro cuerpo tiene que activar todas las defensas que le permitan disminuir el daño, eliminar los patógenos ir a un lugar donde la recuperación es posible. Muchas veces es necesario ayuda médica, que nos permita recuperarnos.
     Otro nivel muy importante es la manera como vemos y manejamos la enfermedad. Ahí, es donde toda la experiencia de vida que está en nosotros, desde que nos dio el primer catarro y lo sufrimos y lo sobrevivimos. Desde ahí, se van desarrollando las habilidades necesarias para responder a la enfermedad, soportarla y superarla.

     Nuestra historia está llena de experiencias de soportar el dolor, de tener paciencia, de encontrar maneras para manejar las molestias y lograr aliviarnos. Lo que hacemos para que la enfermedad no nos agobie, aunque sea difícil sentirse mal, es hacer todo eso que nos calma y que nos permite no perder la esperanza.
     Muchas veces nos aliviamos sin saber claramente todo lo que hicimos, y como logramos no enfocarnos tanto en las molestias que las hicieran más insoportables. O la manera en la que tratamos de distraernos o incluso de dormir para manejar el malestar.
     Al mismo tiempo que los síntomas físicos, hay muchos efectos emocionales negativos, entre ellos el miedo, la angustia o la depresión o el enojo. El reto es encontrar maneras de no dejarnos llevar por la negatividad, por la desesperanza o la desesperación. Todos hemos aprendido como calmarnos, desde el dejar de llorar ante una caída, o esperar a que la medicina haga efecto y aguantar el dolor, o entender que hay muchas cosas que hay que vivir en carne propia y nadie puede hacer desaparecer el malestar o la enfermedad. Así, todas esas vivencias nos preparan, nos enseñan, hacen que tengamos guardada como una alcancía de habilidades y conocimientos para poder usarlos en los momentos de difíciles de enfermedad.
    Además, todo eso que amamos, lo que valoramos nos motiva y nos inspira para no darnos por vencidos. Por ejemplo, pensar en las personas que amamos, nos da fuerza y entereza para luchar, para no darnos por vencidos. Así, hay que tener presente y recordar lo que es preciado para nosotros. Cabe el preguntarnos, ¿Cómo logré no desesperarme, cuando me sentí mal? ¿Qué estoy haciendo para que la enfermedad no me de miedo? ¿Qué hago para tener clama cuando me enojo? ¿Cómo me ayuda ahora que estoy sufriendo pensar en lo que valoro? ¿Qué hago que me ayuda a seguir trabajando y no darme por vencido? Podemos retomar todas las historias y los recuerdos que nos permitan seguir adelante, que ayudar a que podamos ir más allá de la enfermedad, observando y recordando lo que nos ha servido, aunque nunca ante lo hayamos pensado y reconocido, y al hacernos las preguntas tal vez se haga evidente que sabemos más de como enfrentar y sobrevivir a la enfermedad, de lo que creíamos que podríamos.

     El sobrevivir está contenido en el arte de tener presente lo que valoramos y lo que somos capaces de hacer para estar mejor, de revivir las experiencias de que hemos tenido de sanar. Con cada puesta en práctica de una habilidad, por más simple que parezca, como hacer algo que disfrutamos o algo que ya hacemos muy bien y nos deleitamos realizándola; con cada vez que el amor a la vida nos ayuda a perseverar; con cada vez que vemos a las personas queridas apoyándonos en la recuperación; con cada vez que vivir con la enfermedad es más fácil, estaremos siendo la persona que queremos ser y estaremos descubriendo todo aquello que está contenido en nuestra sabiduría de vivir ante la enfermedad.