miércoles, 26 de diciembre de 2018




APRENDIENDO A QUERERME
   Marta Campillo

   Cuando vivimos estamos como peces en el agua, nadando entre relaciones de todo tipo. Algunas son cercanas e íntimas pues nos han cuidado y querido desde que nacimos. Otras son de hermandad con hermanos carnales o con amigas o amigos que tratamos como hermanos o con los que tenemos múltiples experiencias y aprendemos a negociar lo que somos, lo que no nos gusta de los demás o de nosotros mismos.
     A lo largo de la vida y las interacciones y relaciones, vamos teniendo una idea de cómo nos ven, de aquello que les parece muy bueno de lo que hacemos y nos van diciendo directa o indirectamente como reciben nuestras acciones, posiciones y respuestas ante la vida y los problemas. De esa historia de interacción vamos creando las ideas de lo que somos, de lo que consideramos nuestra identidad, de lo que valoramos y todo eso se van conformando nuestros saberes de nosotros mismos, como una memoria viva interactiva de nuestra identidad preferida
    No todo lo que vivimos pasa a formar parte de lo que relatamos y analizamos. Sólo lo más relevante o aquello que nos impacta, pasa a formar parte de la historia narrada, y toda la otra experiencia vivida la conservamos no relatada. Lo bueno de tener esa experiencia vivida no relatada, es que en el momento de tener un problema, el cual se sostiene de una parte de la experiencia y de ciertas conclusiones, existe otra parte, que está en nosotros y que al recordarla nos puede aportar ahora,  información útil para enfrentar o resolver el dilema actual.
     Recordemos ¿Cómo hicimos en el pasado para quitarnos la flojera, la tristeza o el enojo, o para lograr no hacer que nos perjudicara? Ese conocimiento no reconocido está ahí, es parte de lo que tenemos en la experiencia no relatada y no sabemos que lo tenemos. Así, una manera útil para analizar algo que nos pasa o para poder entender algo que vivimos como problema, es preguntarnos ¿Cómo le hice en el pasado para manejar este problema? o preguntarnos: en otras ocasiones en las cuales me sentí ofuscada o nerviosa, ¿cómo recuperé la tranquilidad? ¿Qué me ayudo a recuperar la calma para poder resolver el problema?
     Recuperar nuestros saberes es muy útil y nos hace reconocernos, encontrar las partes de nosotros mismos que nos pueden ayudar, descubrir todo lo que somos capaces de enfrentar, de lograr o de crear maneras de vivir, es lo que nos permite tener una visión de identidad personal. Esa posición tiene el efecto de que podamos reconocernos desde las posibilidades de ser como queremos ser, de vivimos competentes y satisfechos de contar en nosotros mismos para afrontar los problemas. La visión de lo que somos es fluida, esto es cambiante y depende de las interacciones que tengamos en el presente, esto es, si en alguna ocasión nos comportamos de un manera que se describiría como valiente, o competente, o generosa, estamos  hablando de acciones que se dieron en un contexto y en una interacción particular, concebir la vida en movimiento nos permite reconocer el contexto de eventos e interacciones en lo que nos podemos comportar de una manera preferida y si los consideramos como algo estático dentro de nosotros mismos; si de casualidad no respondemos o actuamos así,  no quiere decir que no podamos actuar de manera valiente o generosa, quiere decir que estamos ignorando el contexto en el que ahora se produce una actuación que non nos  gusta. No existen cualidades internas inamovibles, fijas y con la que actuemos más allá de donde y con quien estemos. Cuando pensamos en que “somos” buenos, sinceros o amables, estamos generalizando eso a todas las situaciones y así no se puede entender que provoca o a que se responde con bondad, sinceridad o amabilidad.
       Querernos pasa por conocer las mejores maneras de ser y en las que tenemos que trabajar para dejar de hacerlas o cambiar. Querernos es celebrar haber logrado hacer lo que consideramos preciado, o a lo que le damos valor, ser buen hermano, hijo o amigo, ser una persona generosa, bondadosa y compasiva. Perdonarnos los errores y trabajar siempre en mejorar lo que somos y aquellas cosas en que no hemos podido resolver los conflictos con alguien. Querernos significa aceptarnos, no tener expectativas injustificadas y al no cumplirse generen menosprecio o enojo con nosotros mismos. La mirada tienen que basarse en una concepción de que somos “solo seres humanos aprendiendo a vivir”.
        

miércoles, 19 de diciembre de 2018



            AMOR vuelto VIDA 
       Marta Campillo

Cuando tu mano me sostiene
Y enjuga la lágrima 
Que el dolor imprime en mi
Aprendo a vivir 

Cuando tu palabra
Me muestra el camino
La paz estalla en confianza 
De poder sobrevivir

Estas ahí 
cuando de descubrir se trata 
Aquello que me anima 
Y me inspira a seguir

La luz de la luna que está en ti
Me ilumina el alma
Al ponerme en contacto
Con la mejor parte de mi

Cuidar, apoyar, disfrutar y guiar 
Contienen el lenguaje 
Y  la palabra que al ser acción 
Hacen que  se patentice el amor

lunes, 10 de diciembre de 2018




    Palabras de mi corazón
    Marta Campillo

Las palabras que no se dijeron
Hacen que todavía me duela el corazón
¿Por qué es el enojo de haber sido herida
más fácil de poseer?

Si las palabras pudieran volverse
Una caricia suave que cura
El dolor podría ser una lección
Para aprender generosidad

Valdría la pena derramar lágrimas
Si pudieran mostrarte
Como se siente el arrepentimiento por herirte
dentro de mi corazón

Las palabras tan solo pueden traducir
Como el aprender a amar
Es una hazaña de humildad
De respetarte a ti al mismo tiempo ser yo misma

Words of my heart
    Marta Mampillo

The words left unsaid

Make my heart stil ache
Why is the unger of being hurt
Easier to claim?

If words could become
A soft touch that heals
Sorrow could be a lesson
To learn to be kind

Tears would be worth shedding
If they could show you
What repetance for hurting you
feels in my heart

Words can only translate
How learning lo love
Is a humbling deed
Of respecting you while still being me
                 


miércoles, 5 de diciembre de 2018





¿POR QUÉ TU? Alejandra Peimbert
A mi mejor amiga Erica que vencerá el cáncer ¿Por qué tu? Yo desearía que fuera yo. Pero de alguna manera me pasa a mí, porque tú eres una gran parte de lo que soy. Tú eres la mejor parte de mí. La más generosa, la apacible, mi parte liviana. La parte de mí que sonríe a través del dolor, La parte que sabe que no se gana mucho con quejarse. La parte que ama plenamente, y que no siempre mira completamente. La parte que baila aun cuando estoy cansada. La que me recuerda que no necesito mucho en la vida para ser feliz… Todo lo que necesito es verte saludable, ¿Por qué no soy yo? No me puedes dejar. Porque te necesito para que yo sea yo. Así que, por ahora, voy a sonreír a través del dolor, no me quejaré. Amaré plenamente aunque no vea plenamente. Y bailare aunque esté cansada. Yo me encargaré de que estés contenta. Porque tú eres parte de mí, y yo soy parte de ti. Y no puedo hacer nada más que: ser mejor, generosa, y apacible, De tal manera que sientas dentro de ti, la más fuerte y la más brillante luz sanadora… salvándome a mí.

domingo, 2 de diciembre de 2018




MIRANDO A TRAVÉS DE LOS LENTES DE LA EQUIDAD
 Ana Marina Flores Arroyo

      Socializarse como mujer en un mundo que usa la mirada masculina como referente de casi todo impone tareas casi imposibles de cumplir: se bonita, se sensible, se siempre amorosa pero no tan amorosa porque te faltas al respeto, se recatada, date a respetar, no seas gorda, no seas demasiada flaca, usa solo cierto tipo de ropa para que seas una mujer digna, no seas brusca, maquíllate, se femenina, no discutas, no lleves la contraria, estudia algo  más de mujeres, cásate, ten hijos, renuncia a tus deseos en pro de tu esposo y tus hijos, etc. Etc. Mirarse a través de ese referente, causa estragos en la manera como las mujeres nos concebimos y nos evaluamos, hay una permanente lucha por ser la mejor para el otro, una permanente lucha entre ser una misma con nuestros deseos, intereses y valores propios y lo que la sociedad espera de nosotras por el hecho de ser mujeres. Competimos para ser la más hermosa, la más arreglada, la que tiene mejor reputación... Llegamos a sentir que tenemos derecho a descalificar y ofender a otras mujeres que no cumplen las demandas e imposiciones de este mundo dirigido por los deseos masculinos... Las llamamos zorras o mochas, feas o artificiales, nacas o presumidas marimachas o tontas.
      Ser socializadas de este modo nos lleva a creer que si algún día nos violentan es nuestra culpa porque no nos apegamos a esos designios: porque no vestimos como debíamos, porque hablamos de más, porque no quisimos hacer lo que los demás querían o porque lo hicimos, pero fuimos tontas al confiar de más, al final del día, toda la responsabilidad recae en nosotras. Y no solo la responsabilidad de lo que nos pasa a nosotras sino también de lo que le pasa a nuestros hijos, si se cayó y se lastimó  la pregunta es donde estaba la madre, jamás preguntamos donde está el padre, si un día tuvimos que dejarlos  al cuidado de otra persona para salir un  a ver a las amigas, somos malas madres, pero nadie cuestiona porque el padre no está presente, o porque él si se puede salir sin que nadie le cuestiones acerca de su rol de padre.     
Ponerse las gafas de la equidad realmente puede cambiar nuestras vidas, ponerse las gafas de la equidad es empezar a ver todas las formas en que las mujeres hemos sido oprimidas por el hecho de ser mujeres, es cuestionar esa mirada masculina que nos cosifica y limita, es darnos cuenta que podemos ser mucho más que madres, mujeres bellas, mujeres objeto de deseo sexual o mujeres que callan por miedo cuando están siendo agredidas. Mi camino ha sido lento, pero es muy largo y tiene una historia, empecé por reconocer que si tenía miedo a los hombres es porque fui agredida por ellos muchas veces y no porque fuera insegura; luego empecé a preguntarme que era lo que había estado cuidando cada vez que sentía miedo de un hombre y me alejaba para no formaba vínculos y descubrí que  estaba resguardando mi bienestar e integridad, aprendí a interrogarme constantemente de lo que valoro de mi como mujer y como ser humano y he descubierto que valoro mi capacidad para analizar y cuestionar la hechos, para no dar por sentado las cosas, para defender mi postura con argumentos, descubrí que me prefiero luchadora que víctima, que me sueño libre y congruente aunque para ello deba romper los esquemas que me fueron inculcados.    
      Que quiero mirar con una mirada no masculina, me ha permitido dejar de sentir que soy mejor mujer que otras mujeres solo porque a lo largo de la vida he escuchado que me dicen "pocas mujeres tienen lo que tú belleza e inteligencia" o el "tú eres diferente".  Valorarme como mujer desde una perspectiva de equidad, dejando de lado los referentes masculinos me ha permitido ser compañera y hacer hermandad con otras mujeres, me ha permitido también cuestionar mis privilegios como mujer blanca, escolarizada, de clase media, hija de un profesionista y me ha llevado a respetar a otras, a luchar por otras, a educar en equidad a otras.    
      He dejado de sentir vergüenza por cosas que antes sentía que eran mi culpa pero que no es así, por ejemplo, sentir vergüenza por haber sido violentada por una pareja (porque según él, yo no era suficientemente mujer al no querer tener más hijos), haber sido acosada por mis profesores (porque según ellos yo tenía la culpa por tener una piernas lindas)  y por supuesto dejar de sentir vergüenza al relatar todo esto, pues ahora puedo dejar la responsabilidad de las agresiones que viví en las hombres que me agredieron.    
      Cuestionar las ideas que hemos dado por sentado acerca de lo que significa ser una "buena mujer" se ha vuelto la herramienta fundamental para crecer y acercarme a esa imagen preferida de mí misma, desde una femineidad no convencional.