LOS SABERES DE LA SOBREVIVENCIA
Marta Campillo
La
enfermedad es un reto inesperado, en la que hay que descifrar lo que nos está pasando
para comenzar a entender que significan esos síntomas. Muchas veces, trae
consigo malestares, dolores y sufrimiento, que son difíciles de sobrellevar. Al
comenzar el camino para conocer lo qué nos pasa, los efectos que tiene esa
particular enfermedad y prepararnos para saber que hacer, hay mucha
incertidumbre y lo impredecible causa inseguridad y miedo. Ante lo que se
siente amenazante, surgen problemas emocionales que se expresan en depresión,
enojo o ideas negativas, las cuales crean un panorama de terror que agranda el
sufrimiento y amenaza la tranquilidad.
Más allá de que enfermedad captura el cuerpo y el
pensamiento y nos descontrola emocionalmente; dentro de esta vorágine de
emociones y sentimientos, existen momentos en los cuales vivimos algo
diferente. Aquello que nos reconecta con el amor por la vida, con la relación
con lo que valoramos, nos inspira y nos nutre.
Las experiencias que nos ayudan a descubrir lo que
funciona para estar mejor, son particulares de cada quien. Tal vez, podemos
descubrir como desconectar el malestar o el dolor, o como no escuchar al miedo,
mientras realizamos algo cotidiano, escuchamos música o nos entretenemos en
otra actividad.
La experiencia es como un
arroyo que fluye, al vivirlo vamos reconociendo y narrando lo que vivimos
dándole sentido, entendiendo lo que experimentamos y tomando decisiones de lo
que nos gusta. Con la enfermedad, entender lo vivido y poder explicarlo para
darle sentido no es fácil. Muchas veces los síntomas son raros, o difíciles de
diagnosticar y otras veces, las ideas asociadas al diagnóstico, las palabras
con los que se conoce como “cáncer”, ya traen una carga de contenidos e ideas
negativas que parecen encerrarnos en un destino predeterminado.
De manera casi imperceptiblemente,
el miedo a lo que puede pasar, comienza a nublar el panorama para confundirnos
o paralizarnos. Lo que ayuda a detenernos a pensar y no creer esos designios,
es lo que emerge y sobresale, lo que nos da un motivo para sobrevivir. Aunque
comúnmente no tenemos presente las cosas a las que les damos valor, están ahí,
como un motivo que guía la vida. En los momentos de crisis, lo que nos
sostiene, eso es por lo que resistimos las dificultades, por lo que nos
esforzamos, eso es lo que se vuelve una razón para hacer lo necesario para
luchar. El amor a las personas cercanas, o la responsabilidad por otras
personas. Una persona con la que platicaba de sobrellevar “achaques” o
malestares, me dijo: ¡soportar todo porque quiero vivir, hay muchas personas
que dependen de mí!
Lograr un cambio ante el
sufrimiento requiere cambiar las ideas que nieguen la posibilidad de encontrar formas
de no escuchar a las ideas negativas de la depresión que nos debilitan, para
poder librarnos de centrarnos en el sufrimiento. Recuerdo que platicando con
personas que habían enfrentado el cáncer de mama, revisando las estadísticas de
sobrevivencia tenían un porcentaje muy alto, por lo tanto decidieron que ellas
pertenecían al grupo de V, de la victoria contra la enfermedad y así se
despedían señalando con su mano la V de la victoria y la sobrevivencia.
Descubrir
lo que podemos hacer para conservar la esperanza, para no dejar que toda la
negatividad que rodea a la enfermedad absorba toda la vida, es una tarea que
hay que emprender con en el corazón centrado en lo que nos conecta a la vida, a lo que valoramos y nos da una fuerte
motivación para vivir.