domingo, 18 de agosto de 2019




   
CONCIENCIA MALA, QUÍTAME ESTE VIDEO CASETE
     Marta Campillo

    Muchas veces creemos que todo lo pensamos, es exactamente la realidad, pero no es así como funciona la conciencia. Percibimos a través de los sentidos, creando ideas complejas, que se basan en los estímulos, más los recuerdos, más las imágenes, más las sensaciones corporales, todo interpretado por la experiencia previa y organizado en relatos. Con esa percepción vuelta relato de lo vivido, a través del tiempo, aprendemos a llegar a conclusiones que responden a preguntas como: ¿Qué es esto que percibo o que he vivido? ¿Esto que siento me gusta? ¿Cómo la experiencia actual se contrasta con otras previas conocidas? ¿Cómo quiero reaccionar o responder en este momento?
     Muchas vivimos como en un arroyo en el que fluye la experiencia y la conciencia, de tal modo que, lo inmediato ante las situaciones es responder y casi siempre ocurre después de que ya nos afectó algo negativamente, que tenemos que parar, tomar distancia de lo vivido y pensar en lo ocurrido, y decidir si la manera como reaccionamos es como queremos hacerlo o no.
     El vivir las cosas que nos desagradan y de una manera que pasa, casi de forma automática, hace necesario que aprendamos a observarnos a nosotros mismos, para reconocer nuestra manera de vivir. Por ejemplo. Si de manera rápida pienso ideas negativas de mí misma/o como: " no voy a poder", "me da miedo decir lo que siento", "no soy capaz", etc. Al hacer un alto y analizarlo, ¿Cuáles son las consecuencias o efectos que tiene para mi vida pensar así? Preguntarnos ¿Cómo fue que aprendí a llegar a esa conclusión? ¿Quiero seguir creyendo en esa idea?
      Cuando separamos a las ideas o las sensaciones como si no fueran nuestras y observamos la manera en cómo actúan sobre nuestro cuerpo o nuestra manera de pensar, podemos crear un espacio que nos permita observar, reflexionar, hacernos preguntas y llegar a conclusiones acerca de la forma en que esas ideas nos controlan y decidir si queremos conservarlas o debemos cuestionarnos como podemos hacer un plan para cambiar y descubrir otra manera de ser.
      Los relatos y las ideas que tenemos como conclusiones a las que hemos llegado, no son inamovibles, fijas, permanentes, son una parte de las conclusiones y posiciones que hemos desarrollado en el transcurso de tener diferentes experiencias. Así podemos cambiar una conclusión o dejar una idea que no nos ayude a resolver o enfrentar un problema. Por ejemplo, una persona puede pensar “yo puedo controlar la cantidad de alcohol que tomo”, sin embargo, la experiencia con el tomar le ha demostrado que eso, al menos para el/ella no es posible. Cuando la persona se da cuenta que un planteamiento o percepción de la vida, es erróneo, puede cuestionar que pasaría con el control sobre la adicción, si lo abandona o lo cambia.
       Las sensaciones corporales, muchas veces son muy fuertes y difíciles de soportar, por ejemplo, en la ansiedad en la cual pareciera que haga o que uno haga o se clama, pareciera que el cuerpo toma un control negativo de la persona. Sin embargo, todos tenemos nuestras maneras o saberes que nos permiten cambiar una situación que pareciera fuera de control. Para algunas personas hacer algún deporte, a otras les gusta entretenerse o hacer algo divertido, para algunas otras el buen humor o el reírse les permite cambiar el estado fisiológico de angustia. Para muchas personas el entender de donde se generan esas sensaciones de ansiedad o miedo, es el camino para lograr ir más allá de la experiencia negativa que se vive.
      Nosotros convivimos con un cúmulo de estímulos y de experiencias, con las que vamos generando relatos y maneras de entender como nos gusta vivir y ser. Así, los pensamientos o conclusiones a las que llegamos, son las que utilizamos como guías que modelan nuestras acciones y también vamos aprendiendo a otorgar valor a ciertas relaciones, ideas o preferencias acerca de vivir. Hay muchas ideas que se nos ocurren al enfrentar algo nuevo o difícil, o que puede promover cambios en nuestras emociones y es ahí, donde la habilidad de no ser crédulo o dócil ante el problema, nos es útil. Al parar el arroyo de conciencia, y hacernos preguntas, reflexionamos y generamos información con la cual podemos tener ideas acerca de cómo opera ese problema sobre nuestra vida y podemos decidir un mejor curso de acción para cambiar la vida.
       Recuerdo el día que escuche a una niña decir, “conciencia mala, quítame este video casete”, para ordenarse a su imaginación que le quitara las imágenes que le miedo le producía y entendí que aunque nosotros vivimos íntimamente y muy de cerca nuestros pensamientos y sensaciones, de tal manera que, muchas veces ni siquiera las notamos, en casos de que éstas no sean placenteras o  productivas, tenemos que reusarnos a creerlas y tomar la decisión de abandonarlas o cambiarlas.  


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