La Vida es Bella … a mi hija Isabella
Cecilia
Maciel
En la Terapia
Narrativa hacer honor a las personas ausentes y reconectarse con lo importante de
su amor y su presencia en nuestra vida se puede hacer a través de presentarle a
esa persona, a alguien que consideremos tiene que conocerla y ya no tuvo la
oportunidad, como una hija o un familiar, aquí está un ejemplo:
I
Podría contarte quien fue la abuela a través de estas
palabras...Sostén, Refugio, Aceptación, Comunión.
Cada una de estas palabras podría ser el título de una historia
sobre ella, sobre mí y sobre mi infancia, sobre nuestra familia.
Pero -por ahora- atesoraré esas historias para narrártelas
oralmente y en cambio escribiré una historia sobre ella y sobre vos. Ustedes
dos también comparten una historia.
II
Conocimos la fuerza de la que era capaz cuando supo que pronto
se iba a morir.
No había poder en el mundo que pudiera contrariar su fe en que
volveríamos a vernos algún día.
Agradeció todo lo vivido y humildemente pidió perdón.
Se fue en paz y la profunda convicción de haber sido amada.
A su lado estaban el abuelo, tus tíos, tus primos, su hermana,
sus amigos. También tu papá, tu hermano y vos, un milagro en mi vientre que
-luego supe- traía la primavera en sus ojos. También estaba yo.
Y no tengo dudas Isabella, que lo que nos mantuvo calentitas
durante aquel crudo invierno fue el abrigo que, desde que fui niña, ella tejió
para las dos.
III
Poco tiempo después llegaste al mundo, todos los que se acercaban
a conocerte se enamoraban de tus ojos curiosos, intensos, primaverales.
Estoy convencida que lo que inició aquel equinoccio en tu mirada
fue el fenómeno astronómico que generó la abuela Ana una vez que llegó al
cielo.
Durante un largo tiempo solo me fue posible ver la belleza del
mundo a través de tus ojos. Solo en ellos podía distinguir las diferentes
tonalidades de verdes en el bosque nuboso, en el océano pacífico, en la
impactante sierra ecuatoriana. Solo en ellos era posible advertir la
iridiscencia de las gotas de rocío en los pétalos de las coloridas rosas que
nos rodeaban.
Hasta que un día, de tanto mirarte, empecé a advertir que la
vida y el mundo eran tan bellos como se veían en tu mirada.
Se me ocurre algo para que puedas terminar de entender esta
historia, puedo prestarte mis ojos para que puedas mirarte a través de ellos. ¿Te
ves? Infinitamente amada...Así como yo te miro te miraría la abuela Ana.
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