domingo, 23 de junio de 2019




¿Quién soy?
      Marta Campillo

      Mientras estamos creciendo tenemos poca noción de lo que nos gusta y de las cosas que consideramos valiosas, es a través de la experiencia de vivir y del recapacitar en lo que experimentamos, lo que permite que vayamos teniendo una noción de quienes somos y de nuestra identidad preferida, esto es, como nos gusta ser al relacionarnos con los demás. Claro que ese descubrimiento de quienes somos nunca se da en abstracto, se demuestra en la manera de actuar, de analizar lo que nos pasa, de tomar posiciones con respecto a cómo resolver o ver los problemas y en la manera de llevarnos con los demás.
       Muchas veces nos descubrimos haciendo algo del que posteriormente tenemos que preguntarnos ¿Por qué reaccioné así?, o la vida nos enfrena con problemas difíciles, ya sea en las relaciones con otros o en las circunstancias alrededor de problemas como accidentes o enfermedades o la muerte de un ser amado, y nos vemos obligados a hacer un alto para hacernos preguntas y así poder decidir como actuar y que decisión tomar.
       También nuestro cuerpo nos ofrece la posibilidad de múltiples aprendizajes puesto que vivir tienen un costo que puede pasar desapercibido o estar casi invisible, cuando se está sano y no se tienen ni enfermedades ni limitaciones, peor en los momentos de que se presentan las alteraciones, necesitamos hacer la tarea de entender que nos pasa, de buscar maneras para aprender a enfrentar esa limitación e ir más allá de las emociones que eso genera.
      La tarea de vivir y de acumular saberes de nosotros mismos, se va haciendo conforme vamos organizando las experiencias, en auto diálogos que nos van dando una idea de lo que conocemos de nosotros mismos, lo que deseamos y la posición que hemos tomado con respecto a esa experiencia. Por ejemplo, cuando nos comenzamos a enfermar con las enfermedades infantiles, estamos aprendiendo no únicamente con nuestro sistema inmunológico a defender nuestro cuerdo, eliminar virus o bacterias y activar la respuesta fisiológica que corresponde para estabilizar al cuerpo. También aprendemos todas las habilidades emocionales y las respuestas cognitivas que damos ante la frustración de sentirnos mal y ante la desesperanza que la enfermedad produce, para ir más allá y recuperar la estabilidad emocional que nos permite soportar los síntomas y esperar a que mejoremos. Toda esa experiencia de vida ante a enfermedad, no se olvida, aunque nunca hablemos de ella, es el conocimiento que obtenemos al vivenciar dificultades y resolverlas.
      Así, con los años el cúmulo de conocimientos de vida están en nosotros, y de ahí retomamos la sabiduría que nos permite, resistir tiempos difíciles, que nos da la lucidez para saber cómo enfrentar cambios, o pérdidas de seres amados o de cuestiones materiales, así tenemos ese gran reservorio de sabiduría de vida  que únicamente lo proporciona el vivir, el resolver, el enfrentar y el ir reflexionando sobre la clase de vida que queremos vivir.
      Comúnmente no nos preguntamos ¿Quién soy?, pues no somos una sola historia, somos múltiples historias.  Somos una vida llena de interacciones, de afectos, de aprendizajes, de cambios, de amores y desamores y de experiencias novedosas que nos demandan cambios y muchas veces transformaciones en a manera de ser o de pensar y por tanto de vivir. Todas estas vivencias a lo largo del tiempo se acumulan y se convierten en saberes, conocimientos y habilidades que nos permiten disfrutar de una gran riqueza cuando los utilizamos, siendo flexibles ante el cambio, dóciles ante la necesidad de soportar sufrimientos, seguros de que tenemos en nosotros mismos esa capacidad de vida y para descubrir lo que necesitamos para resolver lo que se nos presenta.

       Creer en uno mismo, es saber que hemos realizado la tares de aprender a vivir, que conocemos lo que nos inspira y lo que valoramos como fundamental y que podemos darnos a nosotros mismos el amor y la certidumbre de que somos una parte única del universo.
   

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