LA SABIDURIA DE LA INSEGURIDAD
Marta Campillo
En la vida aprendemos a planear las actividades o a tener en cuenta la
secuencia de tareas a realizar de tal modo que podamos obtener la meta que
queremos lograr. Así, hay una cierta certidumbre de que al realizar esos pasos
podemos lograr lo deseado.
Desafortunadamente hay muchas situaciones que no se pueden prever, como son los
accidentes, los cambios macrosociales que afectan la vida cotidiana y el
trabajo, o los cambios inesperados en la salud, esto es la aparición de la
enfermedad o la muerte de un ser amado. Hay muchas cosas fuera de nuestro
control. Una de las primeras realidades con la que aprendemos a vivir, es con
lo inevitable de nuestra muerte. Sabemos que es inevitable y convivimos con esa
realidad pensando que será en un futuro muy lejano, para que no nos torture la necesidad
de conocer algo que no es posible conocer y la incertidumbre.
La mayoría de las cosas con las cuales convivimos, conocemos sus causas y sus
desarrollos, no son muchas las situaciones con las que tengamos que coexistir
sin tener una explicación, hasta que no ocurre lo inesperado, un accidente
o una enfermedad rara o se pierde a un ser amado. Ante esas situaciones muchas
veces tenemos reacciones emocionales muy fuertes, de ansiedad o depresión, o de
descontrol emocional. Y pareciera que necesitamos casi de manera indispensable,
explicaciones claras de las razones o de las causas del problema y desafortunadamente
no se conocen, no están a la mano o no hay manera de saber lo que pasó.
Ante estas situaciones, es donde aprender a manejar la incertidumbre se vuelve
indispensable. Tratamos de entender lo inentendible, y empeñarse en conocer
lo que no está a nuestro alcance o las razones no son claras ni concretas, por ejemplo,
en casos de enfermedad o del fallecimiento de un ser amado, nuestra mente
quisiera encontrar paz con el conocimiento de la causa del problema y al no tenerla,
estamos expuestos a que el enojo o la desesperación nos ganen y no nos dejen
vivir. Es aquí donde abrazar a la sabiduría de la inseguridad es la única salida.
Esto es, el reconocer y el aceptar, que no vamos a poder tener el conocimiento
de las causas o de las razones del por qué sucedió el accidente o de la
enfermedad, nos permite liberarnos para atender las necesidades inmediatas
derivadas del problema. Por supuesto, que hacer esto o es fácil, el primer paso
para lograrlo es reconocer los límites que la realidad nos impone y además el
que aún sabiendo algo de como pasaron las cosas, muchas veces no podemos
cambiar el resultado o el desenlace de los eventos que llevaron a la situación
dolorosa.
Empeñarnos en saber o querer controlar lo
inesperado o desconocido, nos plantea el dilema de que entre más se insista más
se sufre y menos podemos tener la serenidad requerida para realizar lo que sí
está en nuestras manos aportar, a otras personas o a nosotros mismos. El dolor puede
cegarnos y no permitirnos tener la calma y la paz interior para poder apoyar, o
ayudar a resolver las consecuencias de lo ocurrido. Incluso cuando somos
nosotros los que estamos sufriendo una enfermedad grave, como no se puede tener
ninguna seguridad del tiempo que nos quede de vida, podemos aceptar la
inseguridad y utilizar, aquí y ahora, el presente para hacer lo que tengamos
que hacer en las relaciones con nuestros seres amados y hacer uso de la oportunidad
de convivir y de otorgarles y recibir todo el apoyo y el amor que se pueda dar.
Cuando la incertidumbre y las
consecuencias emocionales ganan, se pierde el tiempo en oponerse a lo
inevitable, se nubla el raciocinio o no nos deja pensar que hay situaciones que
nos demandan estar ahí, en el presente, pues después no habrá tiempo. Tenemos
que fluir como el agua, que si tiene mucha corriente corre como un río, o forma
una cascada y se adapta a sus laderas. Si se calienta, se evapora y se vuelve
nube, y cuando se condensa vuelve a ser lluvia, que fluye o se hunde en la
tierra y se vuelve río subterráneo o un bello cenote de aguas claras. Ser como
el agua adaptables, consiguiendo tener la sabiduría para poder afrontar y vivir
con ese conocimiento y riqueza de espíritu.
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