APRENDIENDO A SER YO MISMA
Ana Marina
Flores Arroyo
Muchas veces en
la vida escuche "se tu misma", y creía que para ser yo misma tenía
que ser lo más diferente posible a los demás; crecí con duda respecto a
lo que esa frase significa y luchaba por no parecerme a nadie, compitiendo con
mi hermana, con mi madre, con los y las compañeras de clase, con mis amigos y
amigas.
Se tu misma siendo totalmente diferente a los demás, ha sido tal vez una de las consignas más difíciles de vivir; en el camino de formarme me encontré en un permanente torbellino de confusiones, peleando por un lugar en el mundo a través de negar mi historia de relaciones y aprendizajes.
Se tu misma siendo totalmente diferente a los demás, ha sido tal vez una de las consignas más difíciles de vivir; en el camino de formarme me encontré en un permanente torbellino de confusiones, peleando por un lugar en el mundo a través de negar mi historia de relaciones y aprendizajes.
No recuerdo
exacto la edad que tenía la primera vez que empecé a reconocerme a través de lo
que había aprendido con otros, de otros y en compañía de otros. Pero recuerdo
estar en mis 20s y estar sentada en el café chiquito cuando pensé y escribí por
primera vez acerca de una persona cercana y su impacto en mi vida y lo que
ahora soy. Escribir de las personas significativas se volvió un ejercicio
cotidiano y allí, visibilizando las contribuciones que esos otros habían hecho
en mi vida fue que encontré el sentido de ser quién soy.
Ser yo misma, es ahora ser valiente
para reconocer mis errores como mi hermana me enseñó la tarde que rompiendo
aquel falso orgullo, se sentó conmigo en la escalera para disculparse por la manera como me había herido alguna vez
siendo niñas; ser yo misma,
es ser amable y compasiva como mi madre
quien desde hace muchos años es capaz de ofrecer su comida, un abrazo y una
sonrisa a quien lo necesita;
leal como uno de mis hermanos a quien recuerdo yendo por mí a las fiestas para
que no regresara sola de madrugada.
Hoy me reconozco amorosa y divertida como mis otros hermanos quienes en los
viajes familiares contaban chistes, cantaban y jugaban con mis hijos para hacer
el viaje menos pesado;
hoy puedo mirarme como una mujer trabajadora y sensible como mi padre, aun lo
puedo ver sentado en su consultorio atendiendo un paciente tras otro y siempre
con una sonrisa para ellos. Hoy puedo ser quién puede reeditarse como mi pareja,
quien ha dejado atrás costumbres dañinas para ser mejor persona. Puedo ser
juguetona y bromista como mis hijos, quienes me han enseñado que se puede reír
y reír y reír hablando de cosas tontas, viendo videos o contando anécdotas. Hoy
puedo ser quien vive la vida a pesar de las adversidades, tal como me lo
enseñaron dos de mis grandes amigas de vida a quienes, a pesar del dolor vi
sonreír, pasear, divertirse, enfrentando la muerte, y así podría seguir la
lista con mis amigos y amigas, mis compañeros de viaje en la vida…
Este ejercicio que inició sin un sustento
claro, me ha permitido clarificar quien soy, dejar de competir con los
demás y renunciar a las ideas acerca de cómo debo ser y existir en este mundo,
porque lo que soy es parte de esa red de relaciones cercanas con ellos y esa
pertenencia me da sostén en la vida y ante la adversidad.
Reconocer las raíces de nuestra identidad
nos abre la posibilidad de significar de modos diversos nuestras relaciones, y
descubrir en ellas lo que somos y valoramos para poder estar bien y salir
adelante de los problemas; reconocernos en las relaciones amorosas con las
personas que han sido importantes, nos permite ampliar el conocimiento acerca
de nosotros mismos y nos da la oportunidad de amarnos a través de esos otros y
de amarles de modo profundo encontrando lo que nos ha unido.
Querida Ana, me gustan mucho tus reflexiones, la transparencia y calidez de ellas.
ResponderEliminarNo me sorprende que surjan de ti, de la experiencia de vida que te has atrevido a vivir.
Valiente siempre te intuí... Esa valentía se traduce en abrir tu corazón y decir lo que sientes con toda dignidad
Un gran abrazo
Mi bella maestra Ana... Leerte me lleva a mi infancia y adolescencia... Donde no sabía quien era ni lo que quería ser en la vida... Tuve padre neófitos que por azares del destino no tuvieron la oportunidad de estudiar ... Solo recibía consejos de una abuela amorosa que me enseñó valores que ahora pongo en mi vida, sin embargo durante mucho tiempo me busqué así mismo, experimente cosas que mis padres se avergonzarian su hubieran sabido... Tomando una de las muchas enseñanzas de mi abuela fue aprender a leer sin que ello supiera hacerlo, solo miraba imágenes y las describía y yo creí que me leía.. Solo imaginando... Después aprendí a leer y mis mejores amigos fueron los libros y ellos me ayudaron a encontrarme y a ser una gran parte de lo que ahora soy... Cuanta belleza hay 3n su texto... Gracias por compartir... Un abrazo!
ResponderEliminarAsí es Anita. Nos piden ser “uno mismo” como si hubiéramos nacido por generación espontánea y como si hubiéramos vivido en una isla desierta, cuando en realidad somos nuestras historias de relaciones significativas. Besos y felicidades!
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