domingo, 2 de septiembre de 2018




¡UN ÁRBOL CAYÓ! 
Una breve reflexión sobre la vida, la muerte y la familia 
Psic. Shiray González Pérez

El APRENDIZAJE
    A lo largo de nuestras vidas es indudable estamos expuestos a muchos cambios. Cambios si llega un nuevo hermanito, cambios de escuelas, cambios de amigos, cambios de rutinas, cambios de residencias, cambios de trabajo, fallecimientos, etc. Dicen por ahí que la única constante en la vida es justamente eso, el cambio. Y con cada uno de estos cambios vamos teniendo pérdidas y ganancias. Vamos perdiendo cosas, personas, expectativas, ilusiones, etc. Pero también vamos ganando nuevas experiencias, aprendizajes, personas, etcétera. Que van enriqueciendo nuestras vidas y, con todo esto, vamos construyendo historias que le van dando significados a nuestro existir. Sin embargo, no siempre son procesos fáciles.
      Muchos de ellos son dolorosos y que pueden asustarnos y hasta hacernos dudar si seremos capaces de seguir adelante y afrontar lo que sigue. Tan es así qué hay personas que evitan los cambios, que se esfuerzan por controlar las cosas para que todo siga igual. Y esta es una expectativa muy difícil de lograr. Tal cómo lo comenté anteriormente, una de las pérdidas más importantes del ser humano es el fallecimiento de un ser querido. Desde un aborto espontáneo, un bebé, un niño, un padre, una madre, hermanos o cualquier familiar, amigo o amiga cercana. Este tipo de pérdidas llegan a ser muy dolorosas dependiendo de la relación, la cercanía, las experiencias compartidas y los significados construidos con la persona que se va. Porque no solo hablamos de la pérdida física, sino de la pérdida de todo lo que esa ausencia ocasiona.
       El saber que no tendremos más esas palabras, esos abrazos, esas pláticas y convivencias juntos, incluso podemos llegar a sentir que se pierden los significados que construimos con esas relaciones. Pero existe algo que a veces el dolor no deja ver. Que es el hecho de que esas experiencias, aprendizajes y significados no se los llevan cuando se van. Eso se queda con nosotros en cada pensamiento, en cada recuerdo. Solo nosotros somos los responsables de guardar celosamente estas historias vividas. No se trata de olvidar o pretender no sentir dolor. Se trata de construir una nueva historia, una nueva relación y nuevos significados con esa persona que se ha ido. No digo que sea fácil, ni tampoco que el dolor desaparecerá, el dolor quizá nunca se vaya, pero si ayudará a mitigarlo de forma que podamos seguir adelante. Efectivamente ya no podremos tocar, ver y abrazar en el plano físico. Pero seguro se podrán reconstruir nuevas historias basadas en todas las experiencias vividas con esa persona y entonces... la vida seguirá teniendo sentido vivirla... Como mi hermana describió la muerte de mi abuelo: “un árbol murió”. Este roble murió. Pero jamás se perderá ya que no será olvidado. Sus raíces han traspasado 4 generaciones y por muchos años más seguirá recogiendo frutos de todo lo sembrado durante todos estos años en su andar por la vida. ¡Este es su legado y con mucho orgullo, fuerza y coraje regirá nuestras vidas en cada paso que demos!

REFLEXIÓN
      Así que te invito a ti que estas leyendo esto, a que revises todo lo que siembras a lo largo de tu vida, lo que en cada uno de tus pasos vas enseñando a los que te rodean, te acompañan y te observan, aunque quizá tú no te des cuenta. Por supuesto que también te invito a reflexionar acerca de cómo estás contribuyendo con tu familia para convertirla en un mejor lugar para crecer, para estar y siempre querer regresar a ella pese a las dificultades que siempre habrá, a la edad, a la distancia y al tiempo. Ahora, bien, si ya perdiste a alguien muy querido, seguro duele y está bien que duela. El dolor nos ayuda a recodar la vulnerabilidad de la vida y ojalá y eso funcione para querer aprovecharla, vivirla y disfrutarla cuando la tenemos y con quien la compartimos.

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